El mundo del vino no es ajeno a su época. En nuestra época, vivir tras pantallas donde construirse se volvió más importante que ser. Precisamente, ser y parecer es la línea que traza Lucía Bulacio para diferenciar los vinos naturales de los convencionales. Emprendedora desde muy joven, su historia cuenta un camino en el vino capaz de germinar ideas; cosas arraigadas en la infancia que promueven una actitud positiva con la comunidad. Esta es la historia de una mujer conectada a través del vino con algo esencial, quizás un ejemplo claro de lo poderoso que es este mundo cuando alguien logra hablar a través de él.
“Yo vivía con mi abuela, y su ritual de tener siempre una copita de vino en las comidas era algo que amaba en ella; un acto de placer y disfrute que se me grabó en la cabeza», rememora, y añade: «En mi casa siempre hubo un pensamiento holístico sobre la medicina, las emociones y la vida. Algo vibraba dentro de mí en la conexión con el cuerpo y la naturaleza. En mis 20 años, alejándome del mundo de las gaseosas, una amiga me convidó a un vino que me despertó la curiosidad y el disfrute de conectar con este ritual que había visto de chiquita”.

La curiosidad de Lucía se abrió como un rayo hacia el mundo del vino. Era una pregunta latente oída casi como una voz. Despierto el amor, no quedó otra cosa que renunciar a su trabajo e irse a Europa a explorar la conexión. “Tenía 22 años, sentí que el vino me tiraba una soga y la agarré. Trabajaba en el sistema, no me sobraba nada, estaba en relación de dependencia poniendo mi tiempo para los demás y en algo que no me gustaba; cuando empecé a escuchar más lo que el vino tenía para decirme sentí una conexión con mis raíces y mis deseos. Renuncié a mi trabajo, me subí a un avión y me fui a Europa. Si era como lo estaba sintiendo iba a ser un antes y un después… y así fue”.
El viaje duró tres meses, Rioja, Ribera del Duero, Galicia, Portugal, Italia y Francia. Finalizando la odisea se sentó en uno de los primeros bares de vinos naturales en Barcelona: L’Anima del Vi. El vino natural resonó en ella como en una caja. “Esa noche, sentí una conexión emocional intensa y un cambio radical, una persona me hizo entender esto que a veces pensamos todos, ¿Cómo? ¿No son todos los vinos naturales? Entonces encontré respuestas a preguntas que no me había hecho. Me senté ahí diciendo, uh, mira este lugarcito, qué místico, sin saber que me estaba metiendo en un camino sin retorno”.

“Mi filosofía viene desde que estaba en la panza; siempre me gustó poner la cara por cosas justas. El vino natural me gusta por gusto, sus aromas sabores, colores, su gente, lo que sucede alrededor, la transparencia que hay que también te permite ser, te conecta con deseos, todo alrededor está predispuesto para esa búsqueda de verdad de conexión de raíz. En el mundo del vino convencional te das cuenta que hay posturas, se trata de pertenecer, o ser el mejor, muy individualista todo, poco colectivo”.
Su experiencia previa en el vino convencional, individualista y competitiva, la llevó a correr hacia el lado opuesto, y en esa búsqueda de fomentar una comunidad más inclusiva y solidaria, el vino natural la llevó a crear Feria Salvaje, la primera feria de vinos naturales en Buenos Aires que escaló rápidamente, convirtiéndose en la feria más grande en este rubro de Argentina.
El lado salvaje
“En la pandemia la gente me seguía, estaba atenta a lo que yo tomaba y empecé a mandarles vino a sus casas. Me considero una persona hábil para ver una necesidad y crear una oportunidad, mi creatividad va por ahí. Entonces abrí por primera vez Lado Salvaje, la tienda online. Lo que me engrandeció de esa experiencia fue crear un espacio para los productores donde pudieran vender sus vinos, ya que son productores muy artesanales. Ellos cuidan mucho sus productos y yo los cuidaba mucho a ellos”.

“Me acuerdo haber escrito en los comienzos que quería hacer una feria de vinos y productores y en 2021, terminando la cuarentena, sentía que estábamos muy necesitados de conexión corporal, de poder escuchar un brindis de copa a copa, dialogar, vernos a los ojos. En medio de todo eso conocí a Pamela Godoy, mi socia compañera ella también venía en una búsqueda de vinos más naturales orgánicos y transparentes. Empezamos a laburar juntas sin fin desde ese momento y ahí nació Feria Salvaje, en el 2021 con la necesidad de encuentros. Quería que entre productores se conozcan, nunca nadie los había reunido, era un espacio para compartir cosas, dejar de ser ajenos. Además para el público, era acceder a alimentos sanos y justos, conocer el vino natural, y a grandes personas que tienen filosofías de vida inspiradoras”.
La elaboración del vino y la experiencia en bodegas la llevó a tener una selección importante de productores referentes que se fortaleció por la necesidad de la pandemia de generarnos un terreno físico para el abrazo. Hoy la feria reúne a más de 1.000 participantes, se hace anualmente y ayuda a productores a comercializar y difundir sus productos. La edición 2025 ya tiene fecha y lugar, se realizará el 5 y 6 de julio, reuniendo a productores de Latinoamérica, MERCOSUR y Europa, con el objetivo de unir culturas y superar, por qué no, barreras políticas. Se espera la participación de Brasil, Chile, Uruguay, Perú, Bolivia e Italia.
“¿Qué es un vino natural para mí? La filosofía del vino natural se distingue por fermentaciones espontáneas con sus levaduras nativas, jugos de uva que no estén intervenidos químicamente, ni correcciones de tartárico, sulfitados, filtrados, o con clarificantes. Tampoco polvos con sabores a fruta roja, o con sabores a madera, ni nada que se le agregue, porque hay un montón de añadidos. Te podría mostrar una foto de la cantidad de añadidos que hay en los vinos convencionales, orgánicos y hasta ahí, los biodinámicos. Hay algunos vinos naturales que sulfitan, pero en una dosis completamente mínima para poder protegerlos dentro de la botella. Hay fundamentalistas que no hacen absolutamente nada, ni para embotellar, los hacen bien puros jugos de uva fermentados y nada más”.

“En este camino recorrido, de acá y de allá, de productores, de libros, de gente, también entendí que los extremos no son buenos. Hoy mientras más natural seas mejor. Pido lo básico, no tartárico, no sulfito en cualquier momento sino lo mínimo posible. Pero también comprendo que si tuviste mucha lluvia en tu año, en tu viña o algo le pasó al pH de tu tierra y es necesario agregarle un poco de ácido tartárico porque si no, se te va avinagrar. Puedo entender que si es lo único que te da de comer en la vida, lo hagas. Pero siempre debe haber una conciencia detrás de cada acto sobre el vino. Hoy creo que la cosa ya no va de qué agregas o qué quitás, sino de por qué lo haces, de cómo vivís y si tenés conciencia detrás de lo que haces. Creo que hay que ser tolerante y empático con quienes quizás hacen vino convencional y están conociendo el vino del mundo natural y de repente se empiezan a cuestionar cosas y quieren empezar a cambiar. Nada más lindo que ser inclusivos y abiertos”.