Declarada Ciudad Creativa de la Gastronomía por la Unesco, no hay duda de que la localidad levantina de Dénia es una de las ciudades españolas en las que mejor se come, por variedad y por calidad. Si hay algo que caracteriza la cocina dianense es el culto a los arroces, que no a las paellas, porque aquí se preparan al estilo alicantino, a partir de caldos y no con agua, como en la vecina Valencia. Entre todos, el arrós a banda es la estrella indiscutible.
Con más de 300 restaurantes en nómina que, de alguna forma o de otra, trabajan con la gramínea, lo difícil es acertar a la hora de elegir un restaurante. Los cinco que presentamos a continuación nunca fallan.
Regularidad y sobriedad son los dos términos que mejor definen Casa Federico, restaurante estratégicamente situado entre el final del centro urbano y el principio de la Carretera de Les Marines, es decir, mitad ciudad, mitad playa.
En funcionamiento desde 1980, sus salones registran llenos cada mediodía (reservas sólo por internet, no atienden el teléfono).
Los arroces, con más de 20 propuestas entre secos, melosos y fideuás, son su razón de ser, con el a banda, lógicamente, como gran estrella, y alguna que otra sorpresa, caso de la paella de cebolla y bacalao o el arroz de putxero amb pilota.
Nunca bajan del notable, lo que supone un enorme mérito teniendo en cuenta el volumen de trabajo del restaurante. Y esa regularidad es, precisamente, la que le convierte en un valor seguro.
Para quienes no quieran arroz, pescados a la plancha, guisos marineros (suquet de peix, allipebre) y hasta alguna inesperada propuesta carnívora, como el chuletón de vaca madurado 45 días o el solomillo con foie.
Sólo por su emplazamiento y sus vistas, una casa colgada sobre los acantilados con un panorama privilegiado de Les Rotes y el cabo de San Antonio, ya merecería una visita este restaurante fundado en 1959 por Diego Mena Llorca y María Cuesta Llidó y del que ahora se ocupa la tercera generación de la familia.
Lo bueno es que esta paradisiaca localización viene acompañada de una gastronomía a la altura, en la que sobresalen los arroces, de los que preparan una decena de variedades, con el omnipresente a banda y el seco de raya y ajos tiernos como protagonistas.

Muy interesantes sus menús (de 35 a 65 euros) que siempre incluyen algún arroz y otras de las especialidades de la casa, como una impecable fritura variada, salazones (mojama, huevas, anchoas) o el tipiquísimo carpacho de pulpo seco.
Interesante carta de vinos y la opción, más que recomendable ya que no cierra por las tardes (aunque sí por las noches, salvo viernes y sábados), de hacer una larga, reflexiva y relajante sobremesa-
Dirección:Km 5 Carretera Las Rotas, 03700 Dénia, Alicante
Unánime y justamente reconocido como el templo indiscutible de la gamba roja de Dénia, de la que despacha entre 15 y 20 kilos diarios, el restaurante fundado en 2001 por los jiennenses de nacimiento y dianenses de adopción Javier Alguacil y Julia Lozano también puede presumir, y con razón, de sus arroces.

Ofrece ocho opciones secas y tres caldosas, entre las que es absolutamente imprescindible ese híbrido entre a banda y senyoret llamado faralló, perfecto de punto, apenas sin grasa, con un intenso fumet y enriquecido con un par de gambitas roja y trocitos de calamar y rape.
A tener en cuenta también las fideuás, preparada con fideos finísimos y a partir de los mismos fondos, los sepionets a la plancha en bruto y el pulpo seco, uno de los símbolos de esa cuina dianera de la que es punta de lanza este local emplazado en lo alto de un farallón (de ahí el nombre) al comienzo del Parque Natural de Las Rotes.
Detrás de un nombre caribeño impensable para una arrocería se esconde una de las direcciones más fiables de Denia para los amantes de la gramínea. Al frente de él se encuentra desde 1969 la familia Benlloch, que compró el local y mantuvo el nombre que le había dado su fundador, un español que tras la Guerra Civil se refugió en Haití y quiso rendirle homenaje a su país de acogida.

En un comedor decorado, muy mediterráneamente, en blanco y azul y en sus dos terrazas, los arroces son de primera. Como el impecable a banda, preparado con caldo de pescado de la bahía y arroz redondo con trocitos de sepia y colitas de gamba. O el potentísimo bruto de sepia. O el nada fácil de encontrar (y que es una debilidad de los levantinos), y muy recomendable, de boquerones con espinacas.
Detalle muy a tener en cuenta: al tomar la comanda, al comensal se le pregunta si quiere o no socarrat, cuál es el punto de sal que prefiere (en Dénia suelen ser más que generosos con el cloruro sódico) y el punto del grano (lo perfecto es entero pero no al dente).
Bodega divertidísima, con gran presencia de generosos y espumosos, que combinan perfectamente no sólo con los arroces, sino con otras propuestas como los boquerones fritos, las tellinas, las clótxinas o la sepia a la plancha con su picaeta.
Terrazas exteriores, terrazas acristaladas y un salón interior conforman las instalaciones de un restaurante que, como su propio nombre indica, está en primera línea de mar y es lo más parecido a un chiringuito que se puede encontrar en una zona donde este concepto no tiene especial predicamento.
Nació en 1991 en una duna de la Playa de Las Marinas como una suerte de hermano pequeño de Casa Federico pero con los años ha adquirido identidad propia y nos atrevemos a decir que, gastronómicamente, ha superado a la casa madre, con unos arroces que se sitúan en el top de la ciudad. El último a banda que tomamos era, sencillamente, de sobresaliente. Otras opciones a tener en cuenta, la paella de la huerta y la fideuá negra.
Muy interesantes sus propuestas de almuerzo de media mañana (esa especie de brunch a la levantina, mezcla de desayuno y aperitivo) y zona casual playera para tomar el aperitivo o un digestivo después de la comida.