Inglesa de nacimiento y argentina de corazón, digna de una personalidad divertida y extremadamente inquieta, Sorrel viaja de la Argentina al mundo, y cuenta con mil anécdotas, algunas increíbles, como pasear en ojotas (sandalias de origen indígena) por Chateau D’Yquem. Pero su fuerte más destacable quizás sea su capacidad de hacer amigos con la excusa de contar sus historias, y las ganas generar nuevas conexiones.

“Ser polifacética en mi profesión viene desde mi casa, explica, con padres muy emprendedores, personas que han trabajado duro en la vida, y que me enseñaron a ser igual. Siempre trabajé mucho gracias a esa influencia. A los 13 años empecé como camarera en un yate muy glamoroso. Hoy todo lo que hago es una extensión de ser sommelier y periodista. Creo que es un buen diagrama de círculos concéntricos, todo coexiste y le da vida a lo otro. Voy escribiendo sobre gastronomía, después sobre vino y bebidas y después hago bebidas. Son niveles que se van construyendo en mí de una forma muy natural”.
“Siempre quise contar historias, desde muy chiquita supe que quería ser periodista. Y ahora, siendo productora de bebidas o creando una agencia, me doy cuenta que también invento historias en otros formatos; en botellas, en líquidos, en vino. Es algo que me mantiene la cabeza abierta. Es mi forma de seguir expresándome como ser humano. Mucha gente me dice que nunca estoy quieta, y no me quiero quieta. Simplemente vienen las oportunidades y logro abrir esas puertas”.
Contar Latinoamérica
Nacida en Inglaterra, se formó como periodista, se casó con un argentino y se fue a vivir a Cariló hace casi 18 años. Luego se separó, se mudó a Buenos Aires y se formó como sommelier. Hoy pasa horas en aviones visitando cientos de ciudades al año. Pocas personas soportarían tal nivel de nomadismo, pero al final del día, conocer esa diversidad de idiomas y modos de vivir se traducen en una forma de contar Latinoamérica.

“Empecé en el Buenos Aires Herald en 2008. Era una inglesa en Argentina y todos esperaban que fuera experta en Buenos Aires, pero estaba viviendo en la Costa Atlántica, no tenía ni amigos en ese momento, y ahí fue que me metí en esto con todo. Había que recorrer para poder sobrevivir. En ese momento escribía unas columnas semanales sobre experiencia gastronómica, y me mandé a Lima, porque entendí que las cosas estaban pasando ahí”.
“Mi foco es el continente, mi mensaje siempre ha sido hablar, escribir y conocer lo que pasa en América Latina y poder contarlo en inglés, que me parece muy importante. Desde 2012 soy una periodista independiente y no tengo un lugar fijo. Yo elijo el destino, planteo ideas y me las tienen que aceptar. El enfoque siempre es lo novedoso, lo que está pasando, un destino nuevo, algo que se mueve, un barrio, una persona, un bartender, una cocinera. Siempre estoy al tanto de lo nuevo contándolo para una audiencia de afuera”.
Cartas en movimiento
En el amplio abanico de oportunidades laborales que da hoy la sommellerie, el armado de cartas es uno de ellos. Para Sorrel este es un trabajo de fina lectura que requiere tener muy en cuenta el concepto y el tipo de comida que el restaurante ofrece.

“Siempre hay que tener conocimiento de adonde va el proyecto. De qué se trata la comida, hacer énfasis en pensar en un concepto. Hace poco hice la carta de Carmen Pasta, en Palermo, y al ser corta quise incluir un par de cepas italianas. Otro ejemplo es Musgo, que es un restaurante de un matrimonio ruso. Como no los conocía, pasamos tiempo juntos, me cocinaron en su casa, llevé unos vinos para probar, a ver lo que les estaba gustando. Siempre hay que poner el lado personal, si no ¿cómo voy a meter simplemente cualquier vino? Hace varios años me enteré que algunos sommeliers, para sobrevivir, cobraban a las bodegas y al restaurante. Yo no trabajo así, mi intención siempre es hacer lo mejor posible e ir conociendo a mi cliente, que en este caso es el restaurante”.
“En el contexto de ser sommelier ejecutiva de un grupo de restaurantes, como Niño Gordo, La Carnicería y varios restaurantes más, es entender muy bien sus productos y seguir desarrollándolos. Con Germán Sitz, chef y dueño del grupo, probamos los vinos y siempre es un work in progress, la carta es algo vivo que está en movimiento. Hay que revisar el contexto todo el tiempo y estar al tanto. Por ejemplo, el año pasado fue bueno para los grandes vinos porque había mucho turismo, este año hay que revisarlo. Pero siempre hay que ir por el conocimiento, saber de qué se trata el proyecto, su concepto, su chef, el equipo, y a dónde apuntan”.
Listo para beber
Su faceta productora la llevó a elaborar los vinos Sorol junto a Mauricio Vegetti, creador de Lui Wines. Ellos tratan de mostrar las mismas cepas en distintos terruños con la particularidad en su primera edición, de mostrar zonas no muy conocidas para el cabernet franc como lo es Chapanay, al este de Mendoza. La aceptación del público fue muy grande y también lo había sido anteriormente con su creación, junto a Martin Westerdahl, del Dill & Tonic, un gintonic listo para tomar con un perfil menos dulce y más herbáceo, que derivó en la posterior elaboración de un gin.

“Argentina es un país que te deja emprender con relativamente poco, pero luego es difícil crecer. El primer proyecto de bebidas, Dill & Tonic, empezó en la pandemia. Nos costó mucho trabajo llegar a lo que queríamos. Además del rollercoaster de vivir en pandemia y la inflación argentina, teníamos que ir a los golpes, como un boxeador, aprendiendo de los errores, mejorando, yendo por el costado para avanzar. El ready to drink (listo para beber) es el segmento que más crece en el mundo y hemos sido un poco lentos como consumidores para abrazarlo como un producto de calidad en el país”.
“El proyecto del gin existe desde el comienzo. Tardamos como cuatro años para llegar a Dill The Gin, un producto que representa la filosofía de esta bebida, con notas bien herbáceas. Yo no voy a poner una hojita de eneldo, tiene que ser un eneldo potente. ¿Argentina necesitaba otro Gin? No lo sé, pero este está siendo muy bien recibido y eso me sorprende”.

Vive en Chacarita, viaja por todo el mundo y está en su casa menos de lo que a veces le gustaría, pero dice que jamás insultaría algo que ella misma creó para su vida. Produce y cree profundamente en todo lo que se cuece al calor de Latinoamérica e intenta contarlo con un enfoque gracioso, innovador y sobre todo que logre cambiar el punto de vista del lector. Como una vez me dijo Alejandro Vigil “Nunca quedo igual cuando hablo con Sorrel, siempre me suma algo”.
“Una de mis anécdotas más divertidas de viaje fue en Château D’Yquem. Viajaba para completar mi formación. Cuando me recibí de sommelier y fui a estudiar el WSet3 en Londres, antes fui a Mosela y Borgoña. En el año 2018, me fui a Bordeaux con mi mamá pero con la mala suerte de perder la valija, que nunca llegó. Nos peleamos con mi mamá y no nos hablamos por dos días. En toda la secuencia llegamos tarde a mi visita armada en Château D’Yquem, que ya no recuerdo quién la organizó, pero yo no tenía ropa y no tenía sentido salir a comprar nada porque al otro día llegaba mi valija. Como consecuencia, llegué al chateau en jean short roto y ojotas. ¡Muy buen look! Nos dieron un almuerzo, todo divino, impecable, y en la foto me ves con havaianas y una musculosa. Probé vinos alucinantes, fue un gran momento para mí”.