Mendoza es una caja dentro de otra caja dentro de otra caja. Todo viaje conlleva el riesgo de estar fuera de uno mismo, el riesgo de ser libres, de partir y no volver. Pero el riesgo de la conexión interior quizás sea el más agudo de todos, porque en el mudarse de paisaje aparece la verdadera personalidad, la que no se encuentra en las cosas rutinarias que nos sostienen. Viajar es siempre un desprenderse, un aprenderse, y un dejar de ser.
Existe un turismo negativo que nadie quiere ver, que depreda lugares como langostas hambrientas, dejándolos devastados con el tiempo y secos como tierra de monocultivo. Hay ejemplos desoladores. Desde la basura en la cumbre del Everest, hasta el inmenso caudal de personas que deben soportar ciudades que no están preparadas para eso, de París a Machu Pichu.

La idea de cambiar la percepción del viajero tiende a construir arquitecturas que modifiquen la mirada de quien visita haciéndolo parte de la naturaleza y no algo separado de ella. Estas arquitecturas se mimetizan con el paisaje haciendo que la experiencia sea lo menos pasiva posible. Todo el rollo es entender que cada vez que uno pisa un lugar lo impacta, y por eso deberíamos llevar siempre en la valija la intención de dejarlo mejor de lo que lo encontramos.
El proyecto Chozos Resort, es un buen ejemplo de las nuevas formas de visitar al vino. Inmerso en el parque Dragonback Estate, de Lujan de Cuyo, una finca de viñedos de 820 hectáreas cultivadas, con un gran lago y ubicado al pie de la montaña en Alto Agrelo. En su predio rodeado de viña, anidan los chozos y los glampings construidos con una arquitectura ancestral, pensadas más como obras de arte que como casas, salidas de la inmensa creatividad del artista mendocino Sergio Roggerone.

La propuesta habitacional ofrece dos opciones. Los Glam Camps (o glamping), que a la vista simulan ser nidos gigantes de horneros entre las vides, con colores naturales que se camuflan en la vista de la montaña. Y los Chozos, que llevan ese nombre por las bóvedas de barro y paja que habitaban los uru, pueblo originario del norte de Bolivia y parte de Perú.
El Chozo original era una pequeña choza, un refugio hecho con ramas o piedras que se construía en las zonas de montaña para que los agricultores pasaran las frías noches. La idea de este proyecto fue recrear esas cúpulas enormes, herencia también de los huarpes, y rememorar sus casas circulares con techos de juncos, barro, paja y piedra. Hacer la representación más fiel de aquellos muros de calicanto con antiguas técnicas de mampostería, combinando piedra de canto rodado y ladrillo argamasado con cal, y pisos realizados a mano por artesanos locales. Sin duda, las cúpulas de más de cuatro metros de altura son lo más representativo y llamativo del proyecto, que a pesar de asentarse en la rusticidad, no abandona el confort ni por un segundo.
Gastronomía y vino
A la propuesta de Chozos, que cuenta con un opulento desayuno de quesos, frutas y platos elaborados, se está por sumar un restaurante con cocina de autor ligada a la tradición. También un área de eventos, y la posibilidad de realizar diferentes experiencias dentro y fuera del predio ( visitas a bodegas, yoga, ciclismo andino, cabalgatas, paseos en globo, parapente, spa, mil cosas).
Ser parte de un lugar, vivirlo como la historia lo ha construido es una manera de ser parte de su identidad y por ende, de ese mismo ecosistema. El tema del centro y la periferia siempre ha sido un dilema binario de la percepción humana. Pero si el enoturismo es el centro, entonces ¿cuál es la periferia? Todos los pueblos que rodean a las viñas y las trabajan no pueden estar exentos de lo que conforma al turismo, aun cuando no se los vea o se los intente esconder. Trabajar el servicio, la identidad y la pertenencia de quienes viven allí es parte de una antropología turística que el mundo se debe.

El desarrollo gastronómico de Chozas Resort está en plena elaboración. Cuentan con la reciente incorporación de la experimentada sommelier Camila Torta, como asesora, que de un tiempo a esta parte lleva su experiencia a proyectos que desean dar profundidad y calidad al servicio. El restaurante, que abrirá prontamente sus puertas, no solo trabaja una carta con identidad, sino que intenta un desarrollo integral de la propuesta, la tan deseada noción de lo inmersivo, que puede empezar por decisiones tan pequeñas y enormes como lo es una carta de vinos.
“Lo que estoy intentando hacer”, afirma Camila, “es interpretar la identidad del lugar y desarrollar un protocolo de servicio acorde a eso. Me parece muy importante focalizar en la creación de una carta de vinos que refleje bien el lugar, con futuras catas abiertas al público y un vínculo cercano con los enólogos y los ingenieros agrónomos tanto de Mendoza como de otras partes de Argentina”.
¿Una nueva moda verde?
¿Cuáles son las diferencias entre el turismo sustentable y el regenerativo? En el turismo sostenible o sustentable se busca reducir el impacto negativo de esa cápsula que se genera. Un lugar céntrico que aglomera todo el turismo y una periferia que habita naturalmente el lugar y que lo abastece tanto de productos como de trabajadores.
Se concentra en reducir el impacto negativo dentro de este esquema que suele reflejarse en problemas con la basura, deterioro del patrimonio histórico, trabajo precario y extracción de los recursos; la idea sustentable no elimina el problema sino que lo reduce. En el turismo regenerativo, el enfoque es distinto. Se trata de una mirada sistémica que pretende equilibrar todo lo vivo sin distinguir el centro de una posible periferia.

El sistema total debe funcionar de tal manera que todo el entorno pueda sacar provecho y no destruir partes a su paso. Para hacerlo debe leer la cultura del lugar, los habitantes, y sobre todo utilizar herramientas de la biomímesis y la biofilia, que son muy eficaces en otras industrias resolviendo problemas desde la simple imitación de la naturaleza.
Enfoques holísticos como el de Chozos o tantos otros que empiezan a surgir, están lejos de ser una moda verde. Se trata más bien de torcer una inercia que hace de los destinos un supermercado consumible, y nos deja como ciudadanos, de frente a una responsabilidad y con parte de la solución en las manos. Conocer es más importante que consumir. Nuestra actitud cuenta, y mucho. Porque al final del día, todo el cuento está hecho para llenar un vacío que de golpe un atardecer puede resolver.
Las fotografías han sido cedidas por Chozos Resort.