Mariposas de chocolate

La memoria del sabor

El cacao está más caro que nunca. El precio se ha multiplicado por cinco en apenas año y medio. El sector se ha planteado la necesidad de revisar formatos, precios y enfoques de mercado. Las tabletas, que ya habían vivido una reducción en el peso de algunas elaboraciones -de 100 a 90 gramos- empiezan a pensarse para 75 u 80 gramos. Se habla de que las chocolatinas pasarán de 25 gramos a 15. El objetivo es reducir el impacto del precio en los mercados, que los chocolates no parezcan tan costosos. El alza es de tal calibre que una parte del comercio de cacao africano y asiático se empieza a desplazar hacia América Latina, donde empiezan a subir los precios, tradicionalmente más altos. Lejos de hablar de bonanza, los grandes productores enfrentan una crisis en la que pocos habían pensado y que resulta de libro: la capacidad de producción no cubre la demanda, o eso es lo que piensan los mercados.

 

Puede que la culpa sea de las lluvias torrenciales que cayeron en Costa de Marfil en el segundo semestre del 23, porque las partidas de cacao que embarcaron en sus puertos en los últimos meses del año cayeron un 33 %. La primera consecuencia es que unos cuantos fabricantes se tuvieron que buscar la vida y, ante el desabastecimiento de cacao marfileño, buscaron otros orígenes donde comprar. O tal vez hubiera que ampliar la mirada a la secuencia completa de anomalías climáticas, llamémosles sequía y aniegos, que sufren en esta parte de África Central (y en el resto del mundo) desde el arranque del año 23 hasta ahora, ya avanzado el 24. En ese caso, la responsabilidad le correspondería al Niño, o directamente al innegable cambio climático.

 

También podría resultar que todo venga del crecimiento social y económico de mercados como el chino o el indio, que agrupan a 2.800 millones de potenciales consumidores de chocolate. Sin contar que también tendría relación, aunque en menor medida, con el acceso de América Latina al consumo de chocolate de calidad -ya saben, elaborado con licor de cacao en lugar de cacao en polvo, algarroba molida y otros sucedáneos-, aunque los 652 millones de habitantes registrados hace un año en la región son una bagatela frente a la población de los dos grandes gigantes asiáticos.

 

Cabe poner la mira en lo imprudente que fue ignorar las señales de alarma que se lanzan desde hace años, avisando que el crecimiento de nuevos mercados y el fortalecimiento de otros provocaría un desequilibrio entre producción y demanda. El caso es que también veo síntomas en el descomunal abismo abierto entre los países productores -segundo y tercer mundo: África, Asia y América Latina- y los países consumidores -Europa, Estados Unidos, ahora Japón, también Australia- acostumbrados a jugar con ventaja.

 

Seguro que han pesado, por otra parte, las restricciones a la compra de cacaos con contenido de cadmio (ocurre en algunas zonas de la región amazónica) impuestas por los grades importadores -Europa y USA-, o, ya apurando los argumentos más consistentes, que todo llegue empujado por la normativa anunciada por la Unión Europea, según la cual desde finales de 2024 se restringirán las importaciones de mercancías cuya producción implique deforestación, impida condiciones de trabajo y vida dignas del pequeño productor -en América Latina significa más del 90 % del sector; en su caso, la aplicación de la medida se retrasaría un año, hasta finales del año 2025- y los trabajadores, y que, finalmente, irrespeten los derechos de los pueblos originarios. Del trabajo infantil, hablamos otro día.

 

Por cierto ¿sabían que el cultivo de cacao es el tercer responsable de la deforestación de los bosques tropicales del planeta, después de los pastos para ganado y la palma aceitera y seguido por el café? Conviene tenerlo en cuenta.

 

Quiere la leyenda que el batir de alas de una mariposa en Londres llegará a cambiar la vida de una familia completa en un suburbio de Sevilla. Cosas que ocurren cuando las historias se concatenan, y esta es de las que no tienen fin. Una lluvia a destiempo en las afueras de Akoupé provocará crisis familiares en Reikiavik o multiplicará los cuadros depresivos en Los Ángeles: sin chocolate no hay paraíso.

 

Existe la posibilidad de que no haya un responsable aislado, y todo eso se haya juntado y el desmadre del mercado sea culpa de todos y ninguno. Lo único cierto es que el cacao vive los días del disparate, y nada indica que esté cerca de recuperar la cordura. Dos cosechas malas en África Central y un crecimiento del consumo de chocolate largamente anunciado han disparado la cotización de la almendra del cacao (también haba o grano) a precios que multiplican los que se pagaban hace solo cuatro meses.

 

Las tablas de cotización de los mercados de futuros escalan gráficas nunca registradas. Una tonelada de cacao se cotizaba a media mañana del viernes en 10819 dólares; una semana antes se pagaban 11504, lo que equivale a 11,504 dólares por kilo. A finales de 2021, el kilo de cacao se compraba al pequeño productor de la Amazonía peruana por debajo de un dólar por kilo. La tonelada llegó a 2220 en septiembre del 22 y no dejó de aumentar, aunque lentamente, hasta que el 9 de enero comenzó una escalada para la que no se ve fin. Los mercados especulan con un commodity que está cerca de superar los 12 dólares por kilo cuando hace tan solo tres años apenas llegaba a 2.

 

Todas las cifras son para cacao comprado al por mayor. Es cierto, quedan al margen los compradores que negocian sacos en lugar de contendedores, lo que lleva a hablar de otro sector comercial acostumbrado a pagar tarifas considerablemente más altas que las de mercado.

 

La sinrazón es que el mercado del cacao está dividido en dos: África y Asia proporcionan la cantidad y América Latina la calidad. Entre Costa de Marfil, Indonesia, Ghana y Nigeria concentran el 80 de la producción mundial. Los suyos son cacaos de alta productividad y bajo coste (hasta ahora) que abastecen los mercados menos comprometidos. América Latina, encabezada por Ecuador -se estima que produce el 2,8 % del cacao mundial, que equivale al 68 % del cacao de calidad que llega al mercado- está en el objetivo de los elaboradores que buscan factores distintivos para sus chocolates, lo que suele traducirse en mayores beneficios para los intermediarios que para los productores. Los pequeños elaboradores, el llamado bean to bar (del grano a la tableta), marcan reglas del juego diferentes: compran al por menor -sacos, en lugar de contenedores- y están acostumbrados a pagar (y cobrar) precios más altos. El detalle tiene precio.

 

El caso es que en 2022 el mundo produjo 680 millones de toneladas de cacao, y cuando esperaba un crecimiento del 10 %, hasta los 750 millones, se encontró un retroceso. Todo lo demás es especulación. La industria enfrenta una crisis sin precedentes en un sector que no ha dejado de crecer y prosperar desde que un día de 1534, en el Monasterio de Piedra (Zaragoza), el cacao se encontró con el azúcar y el xocolatl, despojado del achiote, el chile y otras circunstancias, se transformó en chocolate.

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