La gente no quiere mancharse las manos

En un momento complicado para el sector primario, cuando la ganadería y la agricultura están en pie de guerra, hay gente joven que todavía reivindica lo rural.

Raquel Castillo

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Quizás es un rara avis, una excepción. Por eso cobra valor dar voz al trabajo de personas como Erika García, una ganadera albaceteña de 28 años que trabaja en la finca Dehesa de los Llanos.

 

Localizada a unos 5 kilómetros de Albacete, se trata de una finca agropecuaria de diez mil hectáreas dedicada, entre otras cosas, al ganado ovino cuya leche cruda utilizan para elaborar un premiado queso manchego. Por cierto también es una mujer la que está al frente del área técnica de la elaboración del queso, la maestra quesera Paqui Cruz.

 

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Además producen vinos de la Tierra de Castilla, aceite de oliva virgen extra, miel de romero o lavanda, nueces y conservas de perdiz roja.

 

El queso manchego con DO La Mancha es el destino final de la leche del rebaño que pastorean y cuidan en la finca, y que personas como Erika García tratan con toda la profesionalidad y cariño posible. Tanto que, como ella cuenta, les da besos a los corderos.

 

Son 5.500 ovejas de raza manchegas, buena parte de la cuales pasan por la manos de Erika, a razón de 2.500 diarias que ordeñan entre ella y sus cuatro compañeros.

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Amor al campo

Erika García es y vive en Albacete pero todos los días se levanta a las cinco de la mañana para estar en la finca a las siete. Apenas lleva dos años encargándose de las ovejas porque su idea inicial era haber estudiado FP Administrativo para después prepararse unas oposiciones.

 

Las circunstancias familiares se lo impidieron y se vio abocada a trabajar. “Antes de llegar a Dehesa de los Llanos era cocinera, pero la hostelería está muy mal pagada. Me surgió la oportunidad de hacer la campaña de la nuez en la finca y solo estuve un par de días porque enseguida la empresa me ofreció entrar en la ganadería. Tras una prueba de 15 días, me quedé”, expone.

 

Le gusta el campo, el aire libre, los animales, y eso ayuda en su labor en la sala de ordeño, aunque reconoce su rudeza. “Necesitas fuerza para manejar a las ovejas y también cierta destreza. Requiere conocer a los animales, saber tratarlos. No todas las ovejas son iguales, algunas se mueven mucho y ya he recibido alguna que otra patada”, comenta jocosa.

 

Pero está contenta, feliz con su trabajo, que ahora efectúa en jornada continua, hasta las tres de la tarde, aunque también ha tenido horario partido. Porque hay que ordeñarlas todos los días, por la mañana y por la tarde, igual que los domingos y festivos. Cree que la suya es una ocupación como cualquier otra, que hay que trabajar para ganarse la vida y tener independencia, cosa que ella ha conseguido y que ya quisieran tener a su edad millones de jóvenes.

Un trabajo duro pero bonito

No nos resistimos a preguntarle por qué, si habiendo tanto paro la gente joven -y menos joven- quiere dedicarse a la ganadería. “La gente no sabe que trabajar con los animales es bonito. Pero puede que no les guste el campo o que consideren que es muy duro. No es fácil tratar con ellos, necesitas fuerza. Yo además de ordeñar cuando termino tengo que limpiar la sala, recoger la basura (se refiere a los excrementos). Y por la tarde, a las tres, se echa la cama de paja”.

 

Con todo Erika se considera bien pagada, no tiene queja, aunque admite que no ocurre igual en otras ganaderías. A pesar de eso, ninguno de sus amigos o amigas trabaja en el sector: “Me dicen siempre que no les hace gracia”. ¿Cómo les animaría? Erika es práctica y realista: “Es un trabajo como cualquier otro; si no quieres estudiar tienes que buscarte la vida. Pero a la gente no le gusta mancharse las manos. Llevamos guantes y hay paja, pero la gente es muy exagerada”.

 

Sencilla, directa, no le da importancia a su papel como precursora de una nueva imagen de la mujer joven en  mundo rural, porque lo vive todo de una forma natural. De hecho en la finca trabajan 25 mujeres y de ellas un tercio lo hace en el área de ganadería.

 

De momento no se plantea cambiar de trabajo a medio plazo. Está a gusto con lo que hace y tiene tiempo libre para ir al gimnasio, dibujar y cocinar, dos aficiones que la encantan. Aunque no bebe leche de oveja, que probó una vez y no le gusta en absoluto -“el queso sí”, aclara-

 

En el futuro, ¿te ves con tu propio rebaño, quizás formando parte de una cooperativa? “Me gustaría, pero es muy difícil. Necesitas tierra, una finca donde criar las ovejas y alimentar a los animales resulta muy caro. Pero si pudiera no me importaría”.

 

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