Abren un máximo de tres meses al año, siempre en una vivienda particular; solo sirven vino de cosecha propia directo del barril y cinco tapas de comida casera y, para saber dónde están, hay que buscar un laurel en la puerta. Auténticos, conocidos por el boca a boca y la máxima expresión de lo enxebre. Son los furanchos, un destino en sí mismo que prolifera con el buen tiempo y, fuera de Galicia, sigue siendo casi un secreto.
Difícil es en Galicia que un local no sepa qué es, pero para los foráneos sigue siendo casi un misterio. Escuchan hablar de ellos, los confunden con taperías o restaurantes de comida casera y se creen que solo significa pagar menos, pero estos templos de la autenticidad son más, un concepto que no encontrarás en ningún otro lugar de España y dignos herederos de la tradición. Pero, ojo, que no cuelen al visitante como furancho un local de imitación.
Mejor poner un ejemplo. Adiós Vida, en Redondela (Pontevedra) que, cada temporada, suele abrir un máximo de 18 días. Ahora lo regenta Poli Couñago y, como en los furanchos más auténticos, le viene de casta. Lo fundó su padre como Nariño.

¿Por qué es auténtico el furancho de Poli Couñago? Estos establecimientos están regulados por una normativa autonómica que ampara a los “locales utilizados principalmente como vivienda privada, pero donde sus propietarios venden el excedente del vino de la cosecha propia, elaborado en casa para su consumo particular”.
Su vino lo elabora con ayuda de su padre ya jubilado de forma artesanal, sin añadir conservantes ni aditivos. “Variamos poco de cómo lo hacían los romanos”, presume. Y, cuando llega el buen tiempo, la familia abre las puertas de su casa y sirve en el exterior, con vistas a los viñedos, cuncas de blanco y tinto. Como marca la ley, procede del barril, no está embotellado.
Pero hay más. Por norma, ese vino solo se puede servir con hasta un máximo de cinco tapas escogidas entre once fijadas por decreto. En su caso, croquetas, tortilla, empanada, tablas de embutidos y queso y tetilla con membrillo. Todo casero y “de productos de la zona”. El kilómetro cero en su máxima expresión.
Otro requisito fundamental para ser considerado funrancho es la vida efímera. Solo pueden abrir un máximo de tres meses entre el 1 de diciembre y el 30 de junio -31 de julio como excepción- y acabar en cuanto se acaba tu vino propio. Antonio Miniño, presidente de la asociación de furanchos de O Salnés, insiste: “Si abre todo el año, no es un furancho”.
Él mismo tiene uno de estos locales, el Loureiro Miniño, en Sanxenxo, desde hace 28 años y conoce bien el funcionamiento. Su propio nombre habla de otro de los rasgos diferenciales, exhibir en un lugar visible el ramo de laurel (Loureiro) con el que tradicionalmente se identifican los furanchos. Y advierte: “Muchos tienen el ramo en la puerta y no son furanchos, es por atraer gente. Hay que meter caña”.

Desde su experiencia, para detectar a los intrusos que van de lo que no lo son, basta saber de dónde viene el vino. “Para ser un furancho de verdad, lo primero que ha de tener es plantación de vino” y no comprar producción ajena. Él, de hecho, empezó por el motivo por el que décadas atrás surgieron los primeros. “Desde el principio lo hicimos porque nos quedó la herencia de las viñas de nuestros padres” y se encontraron con una producción que excedía el autoconsumo.
Lo mismo le sucedió a José Manuel López, Manolo, del Furancho do Maño, en la localidad de Poio. “Te lo dejan en herencia y ¿qué vas a hacer?”. Lo heredó de su madre hace diez años, conserva su trabajo y dos meses al año, de miércoles a domingo, toda la familia se implica en abrir el bajo de su casa al público, en función de la producción vitivinícola de la campaña: “Abrimos hasta acabar el vino, a veces en mes y medio y otras en dos meses”.
Esa tradición que pasa de padres a hijos es una de las esencias, pero también una de las amenazas de los furanchos. Antonio Juncal, presidente de la Federación de Furancheiros de Pontevedra y responsable de Toural, en el municipio pontevedrés de Vilaboa, advierte que “el gran problema es el relevo generacional”. Trabajar esos viñedos particulares supone trabajar todo el año para luego sacarle rendimiento solo unos meses, con la necesidad de tener otro trabajo permanente. “Los jóvenes ya no se animan”.

Mientras tanto, perduran, y también su ambiente medio de fiesta popular medio de comida en casa de amigos. Lo vemos en el furancho A de Jorge, que lleva Jorge Filgueira en Vilaboa desde hace 19 años. Camaradería y complicidad a pesar de que tienen clientes que peregrinan desde muy lejos solo para disfrutar de su vino del país, mezcla de albariño, godello y treixadura el blanco y de mencía, Barrantes y caíño el tinto, o de las deliciosas empanadas caseras de millo corvo y su especialidad, el pincho moruno.
“Tan solo este año, ya han venido de Valladolid, Asturias y muchísimo de A Coruña en Santiago”, señala, además de los más habituales llegados desde toda la provincia de Pontevedra cada temporada.
Es buen ambiente es, para Antonio Juncal, uno de los secretos del éxito de los furanchos, que hace que, cuando lo pruebas, te enganches. “¿Por qué le gusta a la gente? Porque no son caros, porque hay comida casera, por el vino, por el ambiente, por la fiesta y la ”. Mesas muchas veces corridas, en las que compartes con amigos, vecinos y desconocidos y no es raro que empiecen a cantar. Todo contribuye a que la experiencia sea auténtica y única, en lo culinario y en lo social.
La tradición de furancho como solución para liquidar los excedentes de vino nació en la provincia de Pontevedra, si bien hay locales también en otros lugares de Galicia, como Betanzos. Años atrás, la zona de Cobas, en Meaño, en las Rías Baixas, estaba considerada la capital del furancheo, pero Antonio Miniño explica que “ahora no queda ninguno auténtico, pues todos se han reconvertido en taperías”.
Un caso es A de Pastora, que abrió hace 40 años como furancho, pero a raíz de la normativa autonómica de 2012, sacó licencia de restaurante. Su propietaria actual, Teresa Martíns, explica que lo hicieron “para abrir todo el año”, si bien “la esencia es la misma” y sirven comida casera, vino albariño del país y tinto Barrantes y el buen ambiente del furancho.