La subasta del siglo: 25.000 botellas por 50 millones de dólares

El 24 y 25 de noviembre danza de millones y vinos con The Epicurean’s Atlas, la más importante colección de vinos jamás subastada

Óscar Caballero

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Se la cataloga como la subasta del siglo porque saldrán a la venta 25.000 botellas tasadas en 50 millones de dólares. Es la madre de todas las colecciones, The Epicurean’s Atlas, la bodega legendaria del coleccionista Pierre Chen.

 

Así que el 24 y 25 de noviembre se espera danza de millones y vinos en Sotheby’s Hongkong, donde empieza y termina, pero pasa por sus locales de Beaune, Nueva York y París.

 

La particularidad de Chen, nacido en Taiwán en una familia de viñateros, es que hacia sus 18 años empezó a coleccionar, simultáneamente, arte y botellas. De hecho, ahora, hay obras de su colección en la exposición Capturing the Moment de la Tate Modern de Londres.

Pierre Chen con su Picasso
Pierre Chen con su Picasso

Chen es definido como un enófilo gastrónomo, porque a diferencia de los especuladores solo concibe el vino “para beberlo y acompañar grandes platos”. Por eso proyecta, para el momento de la subasta en París, en julio próximo, “abrir un restaurante, bautizado Le Restaurant Blanc, donde supervisaré la cocina y seré algo así como el sumiller jefe”.

¿Tal vez con alguna botella de su propio vino, proveniente de la parcela Monsigny grand cru que adquirió en Borgoña en 2015?

 

“En Borgoña tenemos la suerte de contar con terruños prestigiosos que al filo de los siglos fueron divididos en pequeñas parcelas y adquirieron un estatuto legendario. Pierre invirtió su alma de coleccionista y su pasión por el vino, en la parcela de Musigny Grand cru que adquirió y le cuidamos -explica Erwan Faiveley, director general del prestigioso Domaine Faiveley-;  allí produce unas centenas de botellas, solo magnums, auténticas obras de arte”.

 

La primera subasta será una especie de panorama de la impresionante colección. Con todas las garantías: Chen solo ha comprado en las propiedades -incluidas las bodegas privadas del mítico Henri Jayer, “el padrino de Borgoña”- o a coleccionistas reputados, como William Koch, Don Stott, Jerry Perenchio, Raymond Floy o Lee Weintraub.

 

Algunos ejemplos de lo que provocará pujas, por teléfono e internet:

 

Borgoña tinto

Dos mathusalems (equivale a 8 botellas; en Burdeos suelen llamarlo Impériale) de La Romanée Conti-La Tâche 1985 estimados, cada uno, a 120.000/190.000U$S o un jéroboam (4 botellas), rarísimo, de 1971, a 110.000/140.000U$S.

6 magnums de Henri Jayer Vosne-Romanée Cros-Parantoux 1er cru 2001. 50.000/70.000U$S por magnum. Los vinos de Henri Jayer (1925-2009) son hoy de culto. Y estos magnums son de las últimas botellas de la última vendimia de Jayer, antes de jubilarse.

 

Borgoña Blanco

12 botellas del Domaine d’Auvenay-Bâtard-Montrachet, de 2014 (15.000/22.000U$S botella), producción pequeña, en biodinámica, de la célebre viñatera Lalou Bize-Leroy. (En junio, un lote de 3 botellas 2015 salió a 52.000 dólares).

12 botellas del Domaine Coche-Dury Corton Charlemagne 1999 (5.000/6.500U$S la botella), considerado uno de los grandes blancos borgoñones. En 2021, una botella del 2008 obtuvo más 6.000 dólares.

 

Burdeos tinto

1 magnum 1961 de Château Latour (casa del siglo XIV, premier cru desde la clasificación de 1855; la añada es mítica entre coleccionistas), estimado a 12.000/16.000U$S.

6 botellas de Cheval Blanc 1947 (una de las mejores añadas de un vino mítico que a diferencia de los otros grandes bordeleses, ensamblado de cabernet suavignon, merlot, cabernet franc y petit verdot, lleva, mayoritariamente, cabernet franc) a partir de 7.500/11.000U$S botella. (En 2010, un lote de 3 salió a más de 71.000 dólares).

Impériale de Pétrus 1982 (etiqueta y año legendarios) 45.000/65.000U$S.

Petrus 1982
Petrus 1982

Champagne

3 botellas de Krug 1973 (1.900/2.800U$S por botella).

3 magnums Salon Le Mesnil Blanc de Blancs 1971. 6.000/8.000U$S cada uno.

 

El borgoña de Chen

1 magnum  Domaine Faiveley Musigny Grand Cru 2015 (13.000/18.000U$S) y otro del 2016 (11.000/15.000U$S), con esa firma del domaine creado por Joseph Faiveley en 1825 y el detalle de que si solo existen diez productores de Musigny grand cru, las únicas dos parcelas de Faiveley lo convierten en la propiedad más pequeña. Resultado:  “Alquimia extraordinaria, cuando la infinita rareza de un magnum de Musigny -dicta Serena Sutcliffe, master of wine y presidenta honoraria de Sotheby’s– beneficiada del arte y la experiencia de la familia Faiveley”.

 

Primera subasta en Hongkong porque en el hoy floreciente mercado de grandes vinos destacan – un 43% de las ventas – los compradores asiáticos.

 

El postor rejuvenece: 60% de las subastas atraen pujadores de 30 a 40 años, explican en Sotheby’s, cuyos resultados pasaron de los 58 millones de dólares del 2013 a los 158 millones -un récord- del 2022.

Dato correlativo: “un 400% de aumento del número de postores y un 500% en el de proposiciones de vinos”.

 

Para Chen, platos y vinos son indisociables, pero manda el vino. Como el desaparecido chef Alain Senderens, quien decía que “la preparación de un plato requiere media hora, unas horas a lo sumo, mientras que la elaboración de una gran botella se cuenta en años, a veces en décadas” -y por lo tanto partía del vino para pensar el manjar-, Chen selecciona las botellas de la comida para luego establecer el menú.

“Pierre Chen es un conocedor excepcional -asegura Sutcliffe- y domina la ciencia de combinar vinos fabulosos con platos de gran calidad. Una ciencia evolutiva y fascinante por cierto”. Y remata: “Chen busca siempre una nueva combinación de alto nivel para descubrirla a su familia y a sus amigos, en su casa de Taiwán o en los mejores restaurantes de París”.

 

Por su parte, Grégoire Billault, presidente de arte contemporáneo de la casa de subastas fundada en 1744, avanza que “si Alexandre Léger (el protagonista de la ya legendaria historieta Las gotas de Dios, que ha vulgarizado los grandes vinos y endiosado Borgoña) existiera en la vida real, tendría seguramente los rasgos de Pierre Chen”.

 

A propósito: si para los franceses, la historieta es el noveno arte, Chen prefiere dar esa categoría al vino, “una de las más raras formas del arte, porque se lo puede consumir y moviliza la vista, el olfato y el gusto. El vino reclama nuestra creatividad. Especialmente cuando lo acordamos a platos y escogemos las botellas de una comida. Esos acuerdos, y las personas con las que se comparten, son una fuente de alegría y de felicidad. Y luego basta un sorbo para evocar aquellos momentos. Esa es la magia del vino”.

 

 

 

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