La mirada de la Tana Bellincioni a los vinos jujeños

Los vinos del norte argentino están tomando un nuevo rumbo y el momento de los de Jujuy es de absoluto quiebre mirando más al terroir que a la barrica

Mariana Gianella

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Si hiciéramos una encuesta para describir los vinos del norte argentino, me juego la cabeza a que en más de la mitad hablaría de concentración, taninos y madera. Y no es un invento caprichoso. Cuando Argentina asomó la nariz al mundo, lo hizo de la mano del norte y de este estilo tan marcado que todos conocemos; es natural que la memoria colectiva lleve tatuado a fuego ese sabor.

 

Lo que también es natural, es que una nueva generación venga a tomar la batuta y a patear el tablero de los estilos, como lo hace Diana ‘la Tana’ Bellincioni, que personifica perfectamente esa nueva camada de enólogas y enólogos que miran al norte argentino con un aire fresco y sincero, y sobre todo, con una fe renovada en los vinos quebradeños que no se embanderan únicamente en la rusticidad del sol marcando el destino de la uva.

 

El momento de los vinos de Jujuy es de absoluto quiebre. Una nueva generación rompe estructuras que estaban bien arraigadas desde los años 90, cuando los vinos del Noroeste Argentino (NOA) se conocieron en el mundo gracias a su intensidad y al manejo de la madera.

Viñedos de Jujuy entre desiertos y montañas.
Viñedos de Jujuy entre desiertos y montañas.

Para la sumiller y periodista Sorrel Moseley-Williams;para ella es ineludible  que nazca una nueva historia: “Podemos decir que estamos ante  una segunda etapa de la búsqueda vitivinícola y sobre todo una nueva expresión de este terruño tan hermoso y complejo a la vez, con elevaciones de 2.800 metros sobre el nivel de mar.  En la Quebrada el río, la elevación, la altura, son extremas e increíbles. Destaco lo que están haciendo Alejandro ‘Colo’ Sejanovich con los vinos puros de Cielo Arriba; también me gusta la Tana Belinccioni en Bodega Kindgard, que es un proyecto más nuevo, o lo que está haciendo Matias Michelini.  Hay una búsqueda muy fuerte por la expresión del terroir, capaz con menos uso de barrica, vinos que cuenten la historia de este lugar tan histórico, impactante y bello. La parte sur del NOA es otra cosa y también están experimentando. Es un lugar totalmente distinto a la Quebrada de Humahuaca, una elevación más baja donde se está trabajando con otras cepas porque hay otro clima, allí empiezan a cosechar el 2 de enero. Cuando hablamos de NOA son dos mundos muy distintos que están en un momento muy interesante para conocer”.

 

A pesar de ser nacida en Jujuy y pertenecer a una familia tradicional de la provincia, su inicio en el mundo del vino fue bastante ecléctico. Hablo de Diana ‘la Tana’ Bellincioni, que a los 18 años se fue a estudiar medicina a Buenos Aires, carrera que siguió tres años hasta que entendió que no era lo suyo y se pasó a Administración Agraria, donde veía la agricultura más tradicional de la provincia capital. Hizo la carrera de sumellería en Buenos Aires y el último año de Administración Agraria se ganó una beca para terminar su formación en una facultad de Francia con una orientación en viticultura y enología. “Fue la primera vez que tuve la posibilidad de trabajar en el Valle del Ródano con syrah, fue enamorarme de la cepa, y un despertar; dije, yo quiero trabajar adentro de una bodega”.

Los suelos de Jujuy son áridos y complejos.
Los suelos de Jujuy son áridos y complejos.

Después del año en Francia, la Tana volvió a Argentina con la intención de instalarse en el norte y si bien fue a Cafayate, a hacer cosecha con Marcos Etchart en San Pedro de Yacochuya, no era el momento de estar ahí y fue a vivir a Mendoza. Su corazón nunca se desvinculó, surcando en camioneta el lazo que hermana los vinos de la cordillera; fue y volvió mil veces, hasta hoy, que regresa a sus pagos con la enorme tarea de llevar un proyecto propio como enóloga.

 

“Cuando terminé la beca fui a Mendoza. Alejandro Vigil estaba abriendo su cervecería y yo estaba sin trabajo, mi amigo Gonzalo Tamagnini nos contactó y como la cervecería quedaba al lado de lo del Colo Sejanovich  me propuse trabajar ahí, pero mi meta secreta era terminar trabajando para el Colorado. Ese año hice cerveza, entraba a las 6 de la mañana y cocinaba birra hasta las dos de la tarde; el resto del tiempo trabajaba al lado. Un día renuncié a la cervecería, me acuerdo que era el día del amigo y yo lloraba como una magdalena. Le había renunciado a Ale Vigil, que equivalía a cavarme mi propia fosa; entonces me llama el Colo que estaba con Jeff (Mausbach) y ese mismo día me propusieron trabajar tiempo completo con ellos. Desde ahí no paré. Siempre fui de hacer mil cosas, trabajaba algo en producción, algo en enología, y así fui aprendiendo mucho de todas las áreas. En el 2018, me pusieron a cargo de Estancia a los Cardones en el norte, y también empezamos con un proyecto de vinos en Jujuy, lo cual me trajo de vuelta a mi provincia natal, algo inimaginable para mí cuando me obsesioné con el tema del vino. Hoy tengo a cargo los dos proyectos del norte y trabajo haciendo la parte de gerencia en producción de todos los proyectos de Mil Suelos. Pero además di un paso muy especial, mi proyecto personal en Purmamarca: Bodega Kindgard. Es una bodega que construimos con Adolfo, mi primo, y Mercedes, su pareja.  Enamorada de la quebrada por su vista,  el proyecto tiene un restaurante y un mini hotel con tres cabañas para poder quedarse a dormir”.

 

Hacer vinos en Jujuy nunca fue fácil 

 

Jujuy tuvo mucha viña hace muchos años, pero todo eso se acabó en la década del 30 por la ley que obligó a cada provincia a producir lo que le correspondía. Al norte le correspondió el tabaco y la caña de azúcar. Pero además de este dato, que prohibió la vitivinicultura en la provincia hasta el año 93, hacer vinos en Jujuy nunca fue fácil. Su clima es tan extremo como bello. El bioma devenido en colores que parecieran un juego que la tierra hace con el sol cada tarde trae consigo condiciones dificultosas que se acompañan con el escaso desarrollo de herramientas que faciliten la actividad vitivinícola.

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La Tana con Adolfo, su primo y socio, con las primeras botellas de Kindgard.

Traslados, condiciones de las rutas, infraestructura y tecnología son solo algunas de las cosas que aún fallan. Todo es bastante a pulmón y hay que ponerle un amor especial para que el vino suceda. Y esto es más allá de la búsqueda del terroir, por eso respeto tanto al abrir una botella del norte,  por todo lo que implica, el sudor de los productores que lidian con tantos factores para llevarte un poco de esa felicidad a la boca.

 

“Me pasa algo muy interesante desde que trabajo con viñedos de altura en la Quebrada. Cuando empezamos a probar estos vinos en Huichaira, que fue en lo primero que trabajé, me di cuenta que tenían una diferencia enorme con otros vinos. Tienen un perfil y una personalidad que el esfuerzo vale la pena. Es difícil trabajar en Jujuy estando lejos de toda la industria, con un clima muy tenaz. Las heladas tardías pueden llegar hasta diciembre, pero el producto que conseguimos la verdad que es espectacular. Cuando arrancamos los vinos de la quebrada estaban muy ligados a lo que tenía que ser un vino de Salta, la gente tenía una imagen de un vino alcohólico, tánico, pesado. A mí particularmente me pasa con estos viñedos a más de 2.000 metros que no me parecen tan estructurados. Son vinos finos, elegantes, aromáticamente increíbles, con un largo paso en boca, más bien aromáticos, no tan tánicos, pero tienen que estar muy bien trabajados”.

 

Los vinos de la quebrada

 

¿Qué es un vino de la quebrada y qué identidad tienen? La quebrada es muy joven y hoy busca su DNI. “A mí eso me parece fascinante. Decir ¿qué es lo que tenemos acá? Son vinos muy jóvenes. Particularmente estoy muy contenta con Kindgard, manejando ahora cepas como syrah, malbec y cabernet franc. Son viñas nuevas, una bodega artesanal absoluta, pero el producto que tenemos se diferencia, y eso es lo esencial. Hacer vino es abrir una botella y trasladarte al lugar de donde viene, mostrar el lugar, abrir y sentir los olores de donde proviene. El syrah o el malbec, tan particulares acá, son como abrir una botella y llevarte al sahumo de la Pachamama; eso es Jujuy, es aroma y textura. Creo que tenemos un gran futuro y un gran trabajo por delante”.

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La propuesta de vinos de Kindgard crece cada año.

Los productores de la Quebrada jujeña están uniéndose. Buscan trabajar en conjunto para armar una ruta del vino, que solo pueden hacer de manera colectiva. Si todos van a hablar de vino de Jujuy con la IG de La Quebrada de Humahuaca, debe ser porque son vinos de calidad, y ponerse de acuerdo en ese punto no es fácil, pero es clave en una industria entender que transitar solo no solo no sirve, sino que no tiene sentido.

 

“Creo que uno de los grandes desafíos es que los perfiles aromáticos de los vinos son muy fuertes, entonces se trata de trabajar para que no sean vinos que te terminen agotando por la parte aromática tan exótica. Queremos lograr un producto final fino, que tenga buen balance de boca, con acidez, alcohol y taninos en una buena estructura, bien aromáticamente, pero no agotadores. Buscar el equilibrio entre todas las cosas”.

 

Enoturismo como potencial

 

El enoturismo se va armando de a poco. Las personas que llegan a Jujuy pensando en visitar bodegas tiene opciones como Kindgard, que abrirá prontamente su restaurante y  hotelería; Viñas del Perchel, Huichaira Vineyards, Amanecer Andino, Fernando Dupont, o el extremo más extremo de los vinos Uraqui en Viñas de Uquía, a más de 3000 metros de altura, y guardando los vinos en un socavón minero. Estas son solo algunas de las bodegas que se pueden contactar, varias de ellas con opción de estadía. Lo ideal es un viaje de tres o cuatro días enfocado en conocer cada proyecto. Las bodegas ponen especial énfasis en elevar la calidad y buscar el estilo propio de cada una para potenciar la diversidad, es lo que da gracia al viaje.

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Los vinos de Viña de Uquía se crían en viejas galerías mineras.

A diferencia de Mendoza, la ruta jujeña se trata siempre de fincas muy pequeñas metidas en la Quebrada “Me parece fascinante para cualquier amante del vino y la naturaleza, venir a Jujuy con sus paisajes imponentes y visitar  los viñedos que te ponen un poco de verde entre tanto árido”. Reflexiona la Tana y agrega: “Para mí hoy hacer vino es mostrar un lugar desde todos los puntos de vista, es clave eso. Quisiera lograr que al abrir un vino mío te traslades al norte argentino, en el medio de la Quebrada de Humahuaca y que sientas el ruidito del muelle cuando pasa el viento. Ese es hoy mi objetivo. Y sobre todo, descubrir cuál es el vino de Jujuy. Todavía no tenemos una tipicidad. ¿Qué es Jujuy y cómo lo vamos a expresar? ¿Qué es la altura y qué queremos de esto? Buscarnos, encontrar el ADN de nuestros vinos. Yo añoro que cuando alguien abra una botella que hice diga “esto es Kindgard”, y se traslade mentalmente a nuestros ventanales que miran los siete colores, entre viñedos, cholas, barros y noches estrelladas”.

 

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