La Imaginación al Poder. Los vinos más disruptivos de Argentina

Una bodega de Mendoza hace vinos homenajeando al mayo francés, los vinifica de maneras creativas, sacando de la caja cualquier dogma creado sobre cómo deben hacerse o tomarse los vinos. Desde un tinto hecho con cepas blancas hasta un naranjo de merlot, ¿es posible tener una experiencia por fuera de la caja?

Mariana Gianella

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“Siempre estuve atento a los movimientos revolucionarios del mundo, unitarios y federales en Argentina, la revolución rusa, la francesa o la guerra de secesión. El conflicto es la forma de resolver la política y de alguna forma eso me atrapó como una película. Cuando estaba en la facultad de Ciencias Políticas en la UBA, vendía mi revista con una mesita y un mantel en la puerta de todas las charlas, creía fervientemente que las cosas se podían cambiar a través de las consignas y escribía sobre el mayo francés, es un evento que siempre me inspiró”.

 

El que habla es Mauro Villarejo,  dueño de la bodega y creador de los vinos La Imaginación al Poder, tomando una de las consignas más contundentes del mayo francés Su proyecto nacido luego de la crisis que hizo temblar a la Argentina en 2001, transformó al politólogo y antropólogo urbano porteño en winemaker mendocino. Juntando lo que pudo rescatar de la golpeada salida de la convertibilidad, montó una finca de diez hectáreas en Agrelo, Luján de Cuyo, con una bodega que se erigió unos años más tarde, y que ya tiene más de veinte años de historia. Su mirada sobre el terroir está absolutamente arraigada a las personas que pisan su proyecto.

"Empecé a entender el vino como una lectura"
«Empecé a entender el vino como una lectura».

“Elegí Mendoza básicamente porque es la provincia que amé desde chico, de ahí es mi papá, mi mamá nació en San Juan. Hoy trabajo con Marcelo Richard, que es mi primo y el enólogo del proyecto. Para mí el vino es inseparable del autor y también es inseparable la gente del terroir. Analizas los suelos, los clasificas, los tipos de riego, los verdeos, la poda, todo es medible y encuadrable con ciencia. Pero el vino depende en gran medida de las personas que forman parte, porque ellas cambiaran las  características y el gusto de los vinos. Por ejemplo, si se suma un pianista, una escritora, una cocinera o un antropólogo, seguro va a salir un vino completamente distinto, porque se va a elaborar distinto y eso llega al sabor del vino. Hace algunos años me puse a estudiar la carrera de sommellerie, creo que soy el primer bodeguero en hacerla, y eso hizo que cambiara mucho mi forma de ver las cosas”.

 

Fanático de Independiente, inspirado en la dialéctica de los movimientos políticos, en la cancha de fútbol, en los pasillos de la facultad, en Cemento, en el Paracultural,  en la biblioteca del Colegio Nacional Buenos Aires, cuando llegó a los vinos ya amaba a Althusser, a Conan Doyle y a Foucault. No había chances que sus vinos no tuvieran un dejo de movimiento urbano y cultural, tampoco de no volcar su mirada antropológica, la misma  que  terminaría influyendo en cómo miraba las diez hectáreas de viña y qué hacer con ellas año tras año.

Manuel Villarej , La Imaginación al poder.
 «Pensé ¿por qué no puedo  cosechar la uva como a un bebé?»

Al principio, Mauro creó vinos más clásicos inspirados en el corte bordelés que tanto gustaba en el mundo parkerizado. Es la dialéctica Bo-Bó, que conjuga lo bohemio y lo bourgois (burgués),  y que por mucho tiempo resumió muy bien lo que era la tradición en vinos concentrados de Luján de Cuyo. Pero con el tiempo, y gracias también a las nuevas tendencias innovadoras que invaden Argentina hace un lustro, algo fue golpeando las puertas hasta entrar al grito de ¡necesito algo distinto! Así fue como en 2019 nació La Imaginación al poder, una experiencia de vinos que rompen con todo lo que venía haciendo y proponen salirse de la estructura que dicta cómo debe mirarse una viña o hacerse un vino.

 

Así como el movimiento Dogma en los noventa buscó volver a las raíces del séptimo arte, la bodega marcó principios nuevos que soltaran las cadenas dogmáticas heredadas en el vino. Un poco inspirado en los primeros naranjos del mundo, en las cepas olvidadas, o en una forma completamente distinta de elegir las uvas en la viña, todo se volvió en la desafiante tarea de volver a configurar posibilidades. Tomar joven un vino de una parra anciana, o tratar de hacer estilos que no existieran en el mercado. Lo que guía es la imaginación, porque lo que se puede imaginar, se puede construir.

Bonarda enbarricada, Chardo con pólvora y Poer Merlot.

Pocos movimientos revolucionarios han sido tan creativos como el mayo del 68. Las consignas dibujaban las paredes de las calles, en tiempos donde no existía twitter ni whatsapp; fue una revolución escrita a través de slogan que guiaron el espíritu de la época. El pensamiento y la imaginación de la juventud dejó en claro que toda arbitrariedad tenía su límite: la paciencia de los oprimidos. Los lemas respiraban la libertad y el romanticismo que supone adueñarse del propio reino, decorarlo con tus ganas y tus ideas. Ahora ¿cuál es el puente que hace que esa revolución llegue a nuestras copas? ¿cuál es la línea invisible que traza el mayo francés con los vinos de La Imaginación al Poder?

 

“Yo tenía por un lado el oficio, el cálculo, la ciencia, el orden, y por otro el caos, el espíritu artístico del bohemio, el arte, la música, la prosa. Empecé a entender el vino como una lectura. Cuando veo la uva y cuando me enfrento a ella, no puedo evitar mirarla desde un concepto. Quise tomar vino como me gusta a mí, del tanque, fresco y crudo. Entonces empecé a ver la viña de otra manera. Pensé ¿por qué no puedo  cosechar la uva como a un bebé? quiero obstetras cosechado, orfebres, carpinteros. Apareció lo que yo llamo ‘la enopandilla’, que ya es una entidad; se trata de todos los amigos, familia, artistas, seres queridos y cercanos que se acercan a cosechar con nosotros. Empezamos a la mañana temprano, en silencio o con música, se charla y hay esfuerzo bajo el sol. Al terminar, la comida y el vino invitan a la fiesta. Todo eso llega de alguna manera al vino”.

Manuel villarejo
«Ser independiente es ser libre»

Y continúa.  “Así se gestó L.I.A.P. (siglas de La imaginación al poder), con la posibilidad de dominar cada detalle de la vendimia y de la cosecha pero a través de la mirada y la influencia de amigos y amigas, de familiares y seres queridos. Ser independiente es ser libre, manifestar el propio sentido común y lograr vinos que sean independientes en su estilo, en su sabor, en el concepto que está atrás. Hago un vino pensando en una playa, otro en el hogar y el fuego, otro en una mesa larga de amigos, otro en una cena romántica, o en el que le gusta a mis hijos o a mi papá. Y la micro escala está buenísima porque son vinos que no se van a repetir”.

 

Las primeras rupturas conceptuales fueron el Noir de Blanc y el Orange de Noir. El primero, un vino tinto creado con uvas chardonnay e infusionadas con pieles de una parra de merlot de 80 años que es la joya de la finca. El naranjo hecho de tintas era la pulpa vinificada en blanco de ese mismo merlot que se maceraba con las pieles del chardonnay. A este juego sobrevinieron vinos como el Power Malbec y el Power Merlot, que son vinos de alta gama por la altísima calidad de la uva pero que no pasan por la receta clásica de lo que debe hacerse con estas cepas. No hay madera en ninguno de los dos, más bien un estilo crudo y muy bebible a la vez,  equilibrio logrado por las fechas de cosecha y la no sobre-extracción. Dos homenajes a películas emblemáticas aparecieron con el Naranjo Mecánico y el V de Vonarda, porque el vino se trata de su sabor pero también de su circunstancia, de la forma en la que se lo combina; y para Mauro, el vino se puede maridar con el arte así como se marida con un plato.

Vinos de La Imaginación al poder.
Algunas etiquetas de La Imaginación al poder.

Los cabernet se pelean por separado y a veces en un blend en la botella, los llama Los CaBernícolas. Pero sin dudas un punto de inflexión fue el vino Les Criollites, uvas que se tiraban, que nadie veía como deseables, y que gracias a la ínfima escala, se les dio la oportunidad, una micro-vinificación especial, la búsqueda racimo por racimo, el despalillado a mano y el seguimiento constante de un vino que quiere resignificar un colectivo.

 

“No me gusta la palabra criollas, fue la palabra elegida para las uvas del descarte. El vino se llama Les Criollitescomo señalando que la criolla no es una sola, es un colectivo de uvas nativas, un gremio sin género de blancas, tintas y rosadas. Creo que logramos un vino de alto vuelo que es el resultado del mestizaje europeo-americano. Con puntos de cosecha muy variados, resignamos concentración y encontramos delicadeza. Un vino de bajo alcohol, aromático, y muy bebible”.

 

Así el antropólogo urbano que antes del 2000 veía cuadrillas y analizaba datos en encuestas, hoy mira la viña y cosecha cuatro veces distintas el más fino chardonnay, para luego dejarlo con las borras, algo que para muchos sería una herejía, pero que al probarlo con el nombre Chardo con Pólvora, cobra mucho sentido. De hecho la invitación es a tomarlo como si fuera un whisky, en vaso bajo y con hielo.

Manuel Villarejo creador de la Imaginación al poder.
«Con qué lo marido es menos importante a veces que con quién lo estoy tomando».

“El vino es vivencial, con qué lo marido es menos importante a veces que con quién lo estoy tomando. Para mí la pandemia fue una ruptura, dejé de pensar en maridaje únicamente con la comida, la gente empezó a tomar sola y la compañía cambió. Qué voy a ver, qué voy a leer y qué voy a escuchar. El vino salió de un terreno y entró a otro, se volvió nómade, existencial, dialéctico. Ahora por ejemplo queremos hacer un evento en Al Fondo Bar  donde junto al bartender Santiago Migliano y el sommelier Pablo Garriga, cocreamos el Orange Royale, que es un coctail  con  Orange de Noir, whisky escocés, angostura bitter y aceite de limón. Hay gente que alucina y ama esta locura, pero en lo personal disfruto mucho cuando  no la entienden y tengo la posibilidad de explicar el invento”.

 

¿Cómo cae el mayo francés en una botella? nadie sabe. Quizás el vino es un vehículo para un mensaje, pero también es un enunciado conceptual por cómo están elaborados y la carga energética que traen en sí mismos. “Es absurdo, la partida más chica tiene 154 botellas y la más grande 2756, pero al mismo tiempo eso es mágico y romántico. Y ¿cómo se lleva eso con el mercado?… No sé, pero sentimos que todo es posible, soñamos cosas, como  una anarquía epistemológica, una utopía que sabemos que es imposible pero que a la vez nos gusta soñarla. Si me preguntas un ideal, yo creo que debería existir un vino para cada persona, y si pienso en el futuro querría incorporar a más generaciones,  que podamos ser nómades y replicar esto que estamos haciendo en otros países”. Culmina el winemaker.

 

Fotografías cedidas por Mauro Villarejo.

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