Rioja Hoy. Tercera parte. Rioja tiene solución y un gran futuro
Durante la pandemia me preguntaban cuál era la región vitivinícola española con mayor capacidad de evolucionar, y la respuesta era sencilla: Rioja. Los nuevos blancos, los rosados de corte provenzal, los pueblos y comarcas emergentes, los vinos de pago, los de mezcla de viñedos o el resurgir de las grandes reservas son una riqueza donde los 100 kilómetros de diversidad no son suficientes si no hay acciones para demostrarlo.
Son escasas las zonas vinícolas del mundo que presenten condiciones tan favorables para elaborar grandes vinos como Rioja. Clima, suelos, paisajes, pueblos, comarcas, variedades de uva, viticultura y enología, factor humano… Con producciones limitadas los mimbres son inmejorables, pero no funciona el sistema con un Consejo Regulador maniatado por la Interprofesional, que es quien manda. A pesar de su historia queda mucho por descubrir. Hay una amplia generación de gente joven con formación que busca nuevos caminos con la mente abierta, y otra madura que está en plena ebullición dando lo mejor.
La prensa, los analistas, los sumilleres, los propios vitivinicultores nos empeñamos en proponer ideas para resolver aquello que funciona, que es el segmento de la calidad, cuando el problema está en la zona baja. La solución es sencilla con dos partes: la primera sería cumpliendo el reglamento, sin matices, que haría desaparecer los vinos baratos, y la segunda se basa en profundizar en la diferenciación que potenciaría los mejores. Agustín Santolaya, director de Bodegas Roda, lleva una vida contando a quien quiera escucharlo que Rioja, cumpliendo el reglamento con 6.500 kilos por hectárea y por parcela, sería imbatible.
La primera parte de la solución está dentro de la propia DOC
Agustín Santolaya explica con lucidez la solución: “El reglamento dice que cada parcela debe producir 6.500 kilos por hectárea, como máximo. Cuando se propone una reducción en la producción del 90%, no es lo mismo que se aplique por parcela que por explotación, para igualar la cartilla. Si se propone esta última opción se dejan las viñas viejas porque producen menos y se favorece a las peores uvas que proceden de terrenos más fértiles, de espalderas, de viñas más jóvenes… Se obtiene el 90% de la cartilla con esas cepas, frente a las viñas viejas que no se recogen porque te sobra producción para cumplir con las exigencias de la cartilla. No es necesario bajar al 90% si, en vez de por explotación se controla por parcela. La viña de 10 a 12.000 kilos no interesaría porque la vieja se autorregula sin gastar dinero, produciendo 5.000 kilos, mientras a la otra hay que quitarle uva; se regaría y abonaría menos con el ahorro que supone. Las viñas más productivas darían más calidad porque el tempranillo se resiente con el exceso de kilos. Debe entenderlo la Interprofesional que con este equilibrio mejoras la calidad y con la producción más baja sube el precio de la uva y desaparecen los vinos de dos euros del mercado, porque en el mundo del vino más no es mejor. Los vinos de abajo han de ser buenos y los de arriba excelsos. Para una bodega, es mejor vender menos y más caro con más retorno”.
No funciona el sistemacon un Consejo Reguladormaniatado por la Interprofesional,que es quien manda
Mi pregunta es si las fuerzas vivas estarán de acuerdo con esta propuesta revolucionaria que cumple la ley y la reglamentación, prestigia la DOC y salva a los viticultores. Los mercados internacionales son cada vez más complicados y esquivos, con ofertas de países y zonas vinícolas tradicionales y emergentes. A nivel mundial se bebe menos vino, sobre todo en los países históricos. Rioja tiene la capacidad de ofrecer vinos del más alto nivel y de buen nivel con producciones más generosas.
La segunda parte de la solución se apoya en diferenciación y distinción
Pienso que Rioja ha de encontrar su idiosincrasia creando su propia clasificación. Hay profesionales como el propio Agustín Santolaya, Julio Sáenz, de Rioja Alta, María José López de Heredia y otros muchos, que defienden la primera solución sin ver necesaria la segunda, crear una pirámide de calidad. Ahondando en la diferenciación se mandaría un mensaje a los clientes de todo el mundo, suponiendo un nuevo impulso mediático. Se cambiaría la idea central de la importancia de los tiempos de crianza frente al origen y la identidad como exigen los mercados. Comparto la reflexión de Pedro Ballesteros -“en España tenemos empresas fuertes, pero no tenemos marcas de prestigio”- y por eso es tan necesaria esa diferenciación, para alcanzar un prestigio universal. No se conoce una zona vinícola que se hiciera importante con la relación calidad-precio ni con precios bajos, porque han sido sus mejores vinos los que les han dado el prestigio en cada época: Burdeos, Borgoña, Ródano, Champán, Falerno, Barolo, Brunello di Montalcino, Madeira, Oporto, Jerez y Sanlúcar, Málaga, Fondillón, Comandaria, Cotnari, Constancia, Napa, Gualtallary, Santorini, Mosela, Rin, Wachau o Rioja, siendo las marcas las que han engrandecido su territorio. Todas las zonas vinícolas reaccionan para alcanzar la excelencia como referente comercial, con un nivel de exigencia mayor.
Pienso que Rioja ha deencontrar su idiosincrasiacreando su propia clasificación
Telmo Rodríguez, Álvaro Palacios y otros bodegueros proponen una clasificación como la de Borgoña. Pero Rioja no es Borgoña (ni lo son el Bierzo o Priorato) ni jamás podrá llegar a serlo, porque muchos de los mejores vinos de la denominación son de mezcla. Las palabras Viña o Pago han sido vaciadas de contenido en el último siglo, siendo inservibles por ser utilizadas con un concepto más comercial que de identidad. Tampoco es el problema, porque existen tres vías de solución: los viñedos singulares, los vinos de pago calificado, que sólo hay que desarrollarlos, y los nombres de la viña en las etiquetas, que a efectos legales son la marca del vino, entendiendo el mercado a la perfección que proceden de un único viñedo.
Las propuestas de clasificación han sido varias
Pepe Hidalgo propuso una división en tres categorías: Rioja, Rioja Comarca y Rioja Pago, con el origen como requisito imprescindible para las dos últimas, con el control del Consejo Regulador. Lo divide en 9 zonas que serían: Riberas del Oja y Tirón, Sonsierra, Alto Najerilla, Ribera Occidental del Ebro, Ribera Oriental del Ebro, Laderas de Cameros Viejo, Ribera Alta del Cidacos, Monte Yerga y Cuenca alta del Alhama. No cree en los vinos de Pueblo o Municipio, debido a la excesiva fragmentación al contar con 145 términos municipales, que estima muy difíciles de controlar.
Antonio Remesal, sugería una clasificación muy detallada con tres categorías:
*Banda oro. Con menos producción que la actual, a la altura de los mejores crus de Burdeos, Clos de Borgoña, Chianti Classico… Vinos clásicos, especiales, singulares, de pago, de municipio y otros vinos reconocidos. Los de mayor calidad.
*Banda plata. Con rendimientos ligeramente más elevados, con vinos jóvenes, de corta crianza y precio moderado para competir en los mercados. Los de mayor consumo.
*Banda bronce. Para rendimientos más altos, siendo destinados al gran consumo. Para beber pronto. Se incluirían envases como el bag in box, incluso vinos con chips, hoy no autorizados por Rioja. Los vinos de territorio, los más populares.
En las propuestas de Hidalgo y Remesal se quiere retocar sólo la parte que funciona, pretendiendo resituar el volumen. No irían a la raíz de los problemas de Rioja, admitiendo el segmento de precios más económico que tanto daño causa.
Algunos modelos posibles
Francia o Italia son un ejemplo de esa diferenciación. Burdeos es muy grande, pero se habla de los pueblos cuando nos referimos a la cima: Saint-Estéphe, Pauillac, Saint-Julien, Margaux, Saint-Emilion, Pomerol… incluso surgió Pessac-Leognan dentro de Graves. Hay denominaciones menores genéricas como Burdeos o Burdeos Superior con precios sustancialmente más económicos. En Pauillac, pusieron el nombre del pueblo cuando los vinos se diferenciaron de los demás.
El Languedoc es un ejemplo de reinvención, con las sub denominaciones más selectivas y los grandes cruz, o Sancerre, donde la unión de pequeños productores ha desarrollado un territorio misérrimo.
En Italia se regularizaron muchos problemas con la Ley Goria (1992) donde, dentro de las DOCG, la cima de la pirámide la ocuparon los pagos, parajes, granjas, aldeas o municipios y por debajo las subzonas, pero han seguido avanzando donde aquella clasificación no fue suficiente. De la Barbera d’Asti surgió Nizza; el Chianti Classico ha debido crear hace pocos años una nueva pirámide de calidad, con la Gran Selezione como cima, con un nivel de exigencia mayor con vinos de un viñedo o mezcla de las mejores uvas. Antaño, el Chianti Classico era la cuarta opción de una bodega tras el supertoscano de variedades foráneas, el sangiovese y el Riserva.

En España tenemos el ejemplo de Raventós I Blanc y Corpinat, cuando se marcharon del Cava eligiendo una opción más selectiva demostrando, como Artadi, que hay vida más allá de las denominaciones de origen. La DO reaccionó con celeridad, modificando el reglamento.
Mi propuesta
Antaño, los vinos se diferenciaban en dos categorías: vinos corrientes y selectos. Estando de acuerdo con la primera solución de Agustín Santolaya, para la segunda crearía tres categorías y a cada una de ellas se le exigiría unos rendimientos máximos por hectárea:
*Rioja. Los jóvenes, la mayoría de Crianza y algunos Reserva dentro del rendimiento máximo autorizado.
*Rioja Superior. Con los Crianza de calidad y la mayoría de los Reserva junto a los vinos básicos de las tres zonas de producción (Rioja Alavesa, Alta y Oriental).
*Rioja Gran Selección. Incluiría la crema de la DOC. Los Viñedos Singulares o Viñas Calificadas, los grandes vinos de mezcla, los vinos de Pueblo o Comarca, los mejores de las tres zonas de producción…
Rioja siempre se conoció por sus pueblos. Haro, Briones, San Vicente, Laguardia, Labastida, Lanciego, El Villar, Elciego, Samaniego… incluso por sus comarcas emergentes como La Sonsierra, Obarenes, Alto Najerilla, Yerga… Destacar los viñedos es una garantía de éxito comercial, los excelsos vinos de mezcla son parte del alma del territorio y un sello indeleble de altísima calidad.
No podemos olvidar que las pirámides de calidad se construyen con las marcas y el origen, y en Rioja no hay ningún icono universal; una bodega puede ofrecer vinos en las tres categorías. Las cooperativas, como en Francia o el centro y norte de Italia, deberían estar presentes en los tres niveles. Asociaciones de pequeños productores como Rioja & Roll, los productores de San Vicente, Bodegas Familiares y otras son un acicate muy positivo para Rioja.
Para aprobar con urgencia los vinos de Pueblo (así deberían mencionarse respetando las viejas costumbres) hay una fórmula sencilla que puede contentar a todos. En vez de la reglamentación actual, con la que sólo puedes etiquetar el pueblo donde se encuentre la bodega o el vecino, premiar el origen del viñedo sin olvidar la ubicación como hacen los productores de la Champaña.
La etiqueta llevaría escrito, abajo y en letra pequeña, el municipio donde se encuentra la bodega (el único dato obligatorio en la Champaña) y en el cuerpo, con una impresión destacada, el pueblo donde se encuentran las viñas, mostrando una información real para el consumidor y siendo un argumento de venta. Un ejemplo sería: Haro abajo, en pequeño, y Labastida arriba, en grande. Olvidaríamos las soluciones esperpénticas, como los jeroglíficos que ha de utilizar Bideona para remarcar el origen de sus espléndidos vinos.
El sistema de control es fundamental para garantizar la calidad. No es sencillo por la cantidad de pueblos representados, pero tampoco lo es en Francia o Italia. Me parece modélico el doble sistema de control francés para sus AOC: uno interno que se autoimponen los viticultores y otro externo, dirigido por las autoridades gubernamentales.
Debatir, discutir, confrontar ideas, es lo más sano y la asignatura pendiente. ¡Quién iba a pensar que la salida de Artadi de la denominación no sólo no sería negativa para Rioja, sino que se ha convertido en un acicate para apostar por la calidad y buscar soluciones! Confiaremos en aquella frase atribuida a Albert Einstein: “la crisis es la mejor bendición que puede sucederle a las personas y los países, porque trae progresos”. Rioja se debe plantear en qué liga desea jugar. Cuantos más vinos excelsos mejor.
No se puede terminar de otra manera que con el verso de aquella popular canción del grupo chileno Quilapayún: “mil cadenas habrá que romper, venceremos, venceremos”.