Cocina, femenino, plural

Cartas del Director

El miércoles celebramos el Día Internacional de la Mujer, uno de esos días en los que de una forma u otra la mayoría nos hacemos activistas, o aparentamos serlo. El discurso de los varones se transforma. Las redes sociales proporcionan el escaparate ideal para mostrar la cara que queremos que todos contemplen. Lo mismo vale para celebrar a nuestra pareja, las fiestas familiares, San Valentín o el Día Internacional de la Mujer. Cualquier oportunidad es buena para enseñar lo mejor de nuestro perfil o proclamar en público lo que raramente decimos o hacemos en privado. También estallará en los medios de comunicación: lazos morados en las pantallas de televisión o en las cabeceras de la prensa impresa, editoriales, columnas, informaciones sobre el origen de la fiesta, o recordatorios de las 120 mujeres trabajadoras de una fábrica textil neoyorkina, muertas en 1857 mientras se manifestaban en demanda de salarios justos. Antes de ser el día de la Mujer fue el de la Mujer Trabajadora.

 

La Asamblea de Naciones Unidas lo instituyó en 1975 y desde entonces han sucedido tantos cambios como los que siguen sin concretarse. Entre los más visibles está la reivindicada igualdad salarial, todavía lejos de concretarse en una sociedad que, casi cincuenta años después, continúa castigando la condición femenina a la hora de cuantificar los ingresos que percibe por hacer el mismo trabajo que un hombre. Hay muchos más. Ahí están la falta de visibilidad, el trato paternalista cuando no condescendiente, la diferencia de roles entre el hombre y la mujer en la vida familiar o la diferencia de oportunidades a la hora de acceder a puestos de responsabilidad. También están los malos tratos y los abusos, que suelen ser silenciados o convierten automáticamente en culpable a la agredida.

 

Solo es la parte visible de un gigantesco iceberg que condiciona estructuras familiares, lastra oportunidades y carreras o niega directamente el acceso a puestos, desempeños y cargos por ser mujer. Lo vemos cada día en nuestro mundo, que es el de la cocina, desde siempre mayoritariamente habitado por mujeres y mayoritariamente escrito y mostrado en masculino. Desde mi entender, lo ejemplariza un compendio de gramática culinaria parda que el stablishment venera, titulado La Fisiología del Gusto. El autor, Jean Anselme Brillat-Savarin, aprovecha este compendio de la ligereza y la vacuidad culinaria para recoger y magnificar, uno por uno, todos los tópicos que construyen la misoginia gastronómica.

 

Muchas cosas han cambiado desde su publicación en 1825, pero el fondo sigue siendo el mismo. El universo gastronómico se ha poblado de mujeres, pero la mayoría de los problemas que las afectan en las cocinas siguen ahí, esperando cuanto menos la decisión de intentar comprenderlos. Cubierto un cuarto del siglo XXI, seguimos hablando de malos tratos, a veces de abusos, al menos de acoso, de falta de conciliación con la vida familiar, de la incapacidad para incluir al hombre en esa misma ecuación que tiene la familia como víctima, de diferencia de oportunidades… Seguimos hablando de heroínas, de mujeres esforzadas o de súper mujeres, cuando deberíamos estar refiriéndonos a la normalidad y hablar, solo, de mujeres.

 

No hemos construido un mundo más justo. En algunas cocinas siguen sucediendo hechos ignominiosos: salarios miserables, horarios que impiden tener vida personal, abusos, desprecio, malos tratos psicológicos, a veces físicos, falta de oportunidades… Muchas cocinas son un condena para la mujer.

 

Hace unas semanas, publicábamos en 7Caníbales la reseña de un restaurante de Madrid, y al día siguiente recibimos este mensaje entre las notificaciones que nos llegan en Instagram. Venía firmado por una trabajadora de la casa que acaba de dejar el trabajo.

 

”Hola, no sé si os interesa la información, pero el restaurante que habéis subido foto es un sitio de pura explotación y crueldad. Tengo historias asustadoras que van desde desmayarme en el trabajo por tantas horas en la jornada y que me preguntaran si me puedo quedar para el servicio, insultos y humillaciones de (cita al propietario y jefe de cocina) hacia todos los cocineros. Jornadas de 24–16 horas al día, 6 días a la semana, cobrando 3.35 €/hora, no nos permitían comprar nada para comida de personal, así que hemos comido (en esas jornadas tan largas) cosas que ya estaban estropeadas o hemos pasado hambre por no haber suficiente para todo el equipo. En los 4 meses que estuve allí he visto pasar por lo menos 20 cocineros por esa cocina, (donde trabajan solo 3. Es decir, cocineros que duran 1 servicio, ven el panorama y se van). Aparte de la crueldad de (cita al propietario y jefe de cocina) que aparenta ser muy majo al principio, la chef (xxxxx) tiene como hobbie principal gritar a todo el mundo y decir que cada persona del equipo (cocineros, camareros, personal de limpieza) es inútil e incapaz”.

 

Investigaremos esa historia y si los datos son reales, la publicaremos. A eso también se dedican, o deberían dedicarse, los medios de comunicación gastronómica.

 

Así se manejan las cosas en un restaurante medio de Madrid, de los que tienen reconocimientos en las guías y una holgada imagen. No hace falta que reproduzca otros más breves y mucho más expresivos que me llegan desde bares y restaurante populares repartidos por media España.

 

La edulcorada imagen que empieza a ofrecer nuestra alta cocina no puede ocultar la realidad que vive buena parte del sector.

Hay muchas cosas de las que hablar, muchas puertas que abrir para dar paso a miradas diferentes y trazar debates cada día más necesarios, que ayuden a equilibrar el discurso y encaminar la reflexión.

 

Desde 7Caníbales hemos querido sumarnos a este esfuerzo. La forma de hacerlo ha sido entregar a mujeres el contenido de los próximos tres días en la web, para que escriban sobre mujeres. Los días 7, 8 y 9 de marzo, solo se publicarán artículos, columnas, entrevistas y reportajes de mujeres en 7Caníbales, y todos tratarán sobre mujeres. Tres cocineras, María Nicolau, María Solivellas y Narda Lepes, han sido invitadas a ocupar las tres tribunas de opinión de la web, tradicionalmente asignadas a hombres. Alrededor suyo, construiremos una portada con seis temas más, escritos por mujeres a los dos lados del Atlántico. Esperanza Peláez, Mónica Ramírez y Ana Vega desde España, Raquel del Castillo (México), Mariana Martínez (Chile) y Erin Rose (Bogotá), desde el lado americano.

 

Como venimos haciendo hasta ahora, pasadas estas fechas seguiremos publicando sus textos. Las seis forman parte de la plantilla de colaboradoras habituales de 7Caníbales, en la que también pudieron ser Pamela Villagra (Santiago), Giovanna Abrami (Argentina), Marcela Baruch (Uruguay) julia Londoño (Bogotá) y las mujeres que trabajamos para incorporar a la red que empezamos a crear en España.

 

Buena semana a todas. También a todos.

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