Demasiado sol para el langostino

El inusual calor otoñal ha desinflado el final de la campaña de este preciado marisco del Mar Menor, al que amenazan los furtivos, el voraz cangrejo azul, la lubina y las altas temperaturas.

Alexia Salas

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«Demasiada calmica», asegura Celedonio Alcaraz, pescador de Los Nietos. En la recta final de la campaña del langostino del Mar Menor apenas desembarca con un kilo o dos para vender en la subasta. «El sol, el calor y la luna creciente no ayudan», explica con gesto de resignación. Los negocios de la mar son así. No hay previsión o vaticinio que soporte el asombro de lo que luego acontece en las aguas. Los pescadores saben que a este crustáceo rayado, de gran valor culinario, le gustan los fondos arenosos y las noches sombrías.

 

Por eso, este otoño sofocante, sin días nublados y con sol perenne, va desinflando los buenos pronósticos de septiembre, cuando comenzó la segunda temporada anual del langostino. Y un dato previsible: la temperatura del agua del Mar Menor alcanzaba los 24 grados en la primera semana de noviembre, un grado más que el mismo dato interanual, según informa la Cofradía de Pescadores de San Pedro del Pinatar. Sería magia que esta circunstancia no influyera en la vida marina. Uno de los síntomas de ese «infierno climático» al que nos acercamos, según advierte la ONU.

 

Y las pistas sobre la evolución de este marisco tan apreciado no son optimistas. Si la cantidad de langostinos que entran a la laguna depende del desove de la especie en la desembocadura del río Segura, ya que el ‘Penaeus kerathurus’ busca el cruce de agua dulce con la salada para la puesta, allá en la costa de Guardamar (Alicante) no tienen buenas noticias. «En los últimos años, la pesca del langostino ha ido a menos, pero este año ha sido el peor que recordamos», explican fuentes de la Cofradía de Pescadores de Guardamar del Segura.

Este colectivo pesquero del Mediterráneo no tiene que cumplir veda alguna con el langostino, pero suelen empezar a calar las redes en abril. «Este año empezó más tarde, a final de mayo, y a primeros de agosto ya no había langostinos», aseguran. Atribuyen el descenso «impensable» de la especie al «agua demasiado caliente y a los abundantes depredadores».

 

El proveedor de crustáceos

En el Mar Menor confían en que el Mediterráneo seguirá haciendo de proveedor de langostinos a pesar del descenso de la especie. Ningún estudio ha probado que este decápodo cierra el ciclo reproductivo dentro de la laguna, pero los indicios son claros, ya que en las redes aparecen individuos de distintas fases vitales y tamaños, también algunos repletos de huevas. Lejos de ver la especie en retroceso, la cofradía marmenorense considera que las capturas de los últimos años son las «normales», con los típicos altibajos acordes con los ciclos de la especie.

 

Lejos quedan los más 24.000 kilos recogidos en el año 2016 y en 2018. Los 5.515 kilos de este año se asemejan más a la dinámica de las dos últimas décadas, salvo picos extraordinarios. «Es que esas cantidades nunca se habían dado. Ni siquiera los viejos las recuerdan», cuenta el pescador retirado Juan José Pardo, que faenaba en el barco Joven Adelina. «Hasta Mercadona compraba langostinos del Mar Menor», comenta sobre esos años que coinciden con la ‘sopa verde’, todo un banquete de nutrientes para algunos pobladores de la albufera.

En el restaurante El Rubio 360 creen que el de este año «está más bueno» que otras veces

 

Este año, los pescadores capturaron 660 kilos de la especie en los doce primeras jornadas de campaña, con días de 175 kilos. Nada parecido a las dos últimas semanas, cuando algún día los barcos han llegado al muelle con un triste kilo y medio.

 

Desde que terminó la veda, el 10 de septiembre, las capturas de langostino no superan los 2.000 kilos, mientras que las de primavera –del 1 de mayo al 10 de julio– subieron a 3.656. Para muchos, el beneficio no compensa ni el gasoil quemado ni la madrugada en la orilla de La Manga. Algunos levantaron las langostineras dos semanas antes de terminar la temporada, al menos para preservarlas de los destrozos que causan los percadores furtivos y los que no lo son, ya que los propios inspectores del Servicio de Pesca han hecho trizas algunas mallas legales por detectar la carencia de una bandera de señalización o cualquier otra irregularidad.

«En primavera dormimos en el barco más de 20 días, porque la gente nos quitaba los langostinos de las redes», cuenta Yolanda Gómez, del Yessica, uno de los armadores que levantó las redes antes del fin de la campaña para guardarlas hasta la primavera. Otros han continuado porque necesitan superar los 40 días de venta en un año para mantener el permiso de pesca de la especie el año próximo.

 

Enemigos de la especie

«Mucha luna y mucha calma» repite Celedonio Alcaraz, que cala en El Galán, al norte de las islas del Sujeto y el Ciervo. Dos condiciones que disgustan al señorito de los ‘bigotes’. En el Seco Grande, al norte de El Estacio, se ha repetido la mayor concentración de redes por esa intuición de los pescadores para buscar los mejores caladeros. Saben sin embargo por experiencia que el cangrejo azul llega a todas partes. Destroza redes con sus pinzas de cuchilla y come langostinos como un marajá glotón. Cuando los pescadores van a levantar las mallas, se los encuentran allí en pleno banquete, junto a los agujeros que han perforado para entrar en el santuario.

«Este año ha sido el peor que recordamos», lamenta la Cofradía de Pescadores de Guardamar del Segura

 

El temido invasor compite con la lubina en voracidad marisquera. En las pescaderías ya no les sorprende cuando abren un ejemplar de este pescado blanco y se encuentran varios langostinos en su aparato digestivo. Otra amenaza para la pesca del marisco rosado es la nueva medusa australiana que ha colonizado el Mar Menor, la ‘Phyllorhiza punctata’, con su umbrela de lunares blancos. Posee un veneno de baja intensidad pero, en cuanto roza un copo de langostinos, los mata sin piedad y quedan blanquecinos.

 

Hasta 200 euros el kilo

El langostino del Mar Menor, que en otros tiempos llegó a superar los 200 euros el kilo en pescaderías y restaurantes, se sigue sirviendo estos días en establecimientos de la zona como El Rubio 360, donde aprovechan las últimas remesas de un producto que este año «está más bueno» que otras veces. Y a un precio «razonable», entre los 50 y los 80 euros, cifra María José Hernández. El lunes llegaron a puerto 16 kilos, que alcanzaron un precio medio de venta de 60 euros. El martes, día de cierre de la campaña, se despacharon en la lonja los últimos 11 kilos a un precio medio de 50 euros. Ahora solo queda esperar a la próxima campaña de primavera para volver a disfrutar de tan preciados y deliciosos ‘bigotes’.

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