Zuccardi abrió sus puertas al turismo en el año 2001, a través de su proyecto Santa Julia, cuyo nombre fue escogido por José Zuccardi en honor a su hija menor. En 2016, recibieron sus primeros 100 puntos por Finca Piedra Infinita, otorgados por Luis Gutiérrez, responsable de evaluar los vinos argentinos para la publicación Robert Parker´s The Wine Advocate. En el año 2022 Zuccardi fue elegida la mejor bodega y viñedo del mundo, por tercer año consecutivo, por The World’s Best Vineyard Academy. Y el pasado abril, Piedra Infinita Gravascal, Paraje Altamira, resultó reconocido como el mejor malbec del mundo por The World’s Most Wanted Malbec Wines on Wine-Searcher.
“Los reconocimientos generan mucha responsabilidad. Los visitantes vienen con la idea de ir a la mejor bodega del mundo y hay que estar a la altura”, me cuenta la mujer que hoy lidera todas las experiencias enogastronómicas de la empresa, concentradas en tres bodegas y tres restaurantes, cada uno diseñado para sintonizar con la línea de vinos y aceites que producen. Piedra Infinita, en Valle de Uco, Pan & Oliva en Zuelo, y Casa del Visitante en bodega Santa Julia. Entre las tres bodegas reciben alrededor de 60 mil visitantes por año. Hoy la ocupa un nuevo desafío: renovar la bodega Santa Julia, trasladando el concepto sostenible, orgánico y natural de los vinos que elaboran a la experiencia enoturística.
Conversamos con Julia Zuccardi, una de las voces femeninas destacadas del vino argentino.
¿Qué lugar ocupa el turismo en la empresa familiar?
“Para Zuccardi el turismo es muy importante. Arrancamos con el enoturismo el año 2001 y siempre lo entendimos como un lugar de fidelización, más allá de si es o no un negocio. La experiencia de quién nos visita tiene un valor enorme para nuestra empresa, que adquiere sentido cuando esa persona regresa a casa y se encuentra con nuestro producto en la góndola, en la tienda. En ese momento, se produce una conexión, un intangible muy grande, que es difícil de medir, pero es una herramienta potente. Visitar y vivir la experiencia en bodega Santa Julia o Valle de Uco marca un antes y un después en nuestros visitantes. Y a la hora de escoger qué beber, tiene un peso emocional poderoso”.
Si tuvieras que definir las premisas del enoturismo en Zuccardi, ¿cuáles serían?
“Mi desafío y responsabilidad es transmitir la pasión de mis hermanos, Sebastián (enólogo, a cargo de las bodegas) y Miguel (responsable de la almazara) y, sobre todo, lograr que el visitante conozca y comprenda toda la carga histórica patrimonial asociada al campo, a las montañas, que significa Mendoza. Muchas veces nuestros clientes no conocen a mis hermanos, pero mi equipo debe ser capaz de transmitir la esencia de la familia al visitante. Si bien yo llevo el día a día del turismo, las actividades de mi papá, mamá y mis hermanos convergen en el turismo. Nuestra mayor premisa es transformar las visiones y vivencias de la familia en experiencias”.

¿En qué momento está el enoturismo en Mendoza?
“Mendoza está a un gran nivel. Estamos en un gran momento. La pandemia nos asustó al principio, sin embargo, vendimos más vino que nunca y dejó algo positivo en Argentina, que fue favorecer el turismo interno. El gobierno gestó medidas de incentivo para que el argentino conociera su país y, como no podíamos salir al extranjero, nos quedamos en la Argentina. Y nos dimos cuenta de que era lindo quedarse En estos dos años, Mendoza se posicionó como un gran destino local. Tienes experiencias más exclusivas como las de Valle de Uco, y otras propuestas más accesibles como Santa Julia o bodegas de Luján. Hoy seguimos trabajando con poco turismo extranjero, pero estamos al 100 por cien de capacidad gracias al argentino. Los argentinos siguen prefiriendo Argentina para viajar, lo que es una gran noticia”.
¿Hacia dónde debiera caminar el enoturismo?
“El gran desafío es generar nuevas experiencias, cargadas de sorpresa, autenticidad y calidez. El visitante viaja en busca de cosas diferentes, de realidades con personalidad, con identidad, y ahí radica, quizá, la magia de Zuccardi, pues detrás de cada proyecto hay una persona, hay equipos, que no cuentan el cuento, sino que viven la historia. Son y se sienten parte, y entonces pueden narrar historias de una manera real, emotiva, íntima.He tenido la posibilidad de visitar grandes destinos enológicas en el mundo y en muchos me he desilusionado por la falta de calidez, de cercanía, de contacto. Ahí los latinos hacemos la diferencia. No hay nada más amable y humano que el campo y el vino. El recurso humano es la clave”.
«Adoptamos un cambio, apostando por propuestas más cercanas, más apegadas al territorio y la gente vuelve».
¿Qué lugar ocupa la gastronomía regional en la experiencia Zuccardi?
“Entre Mendoza y las bodegas se ha generado un polo muy importante. Hemos de seguir, sin embargo, trabajando en la cuestión de identidad, de qué o cuáles son los aspectos que definen la cocina mendocina. Tenemos también que buscar propuestas para todos. En un inicio, las propuestas que surgieron en las bodegas alejaban al cliente local. Esos menús de degustación, extensos, inaccesibles económicamente, tuvieron un corte con la pandemia y nos obligó a pensar en el visitante local, a entender quién era y cómo comía, y a buscar un camino para satisfacer esa demanda que, en definitiva, nos salvó. Lo más interesante es que a la vuelta de la pandemia, no regresamos a ese modelo. Adoptamos un cambio, no solo Zuccardi, también otras bodegas, apostando por propuestas más cercanas, más apegadas al territorio y entonces la gente vuelve, repite. Nos volvimos un destino enriquecido, diverso y accesible”.
¿El turismo fue la forma de encajar en el proyecto familiar? ¿Tú lo buscaste o el turismo te buscó a ti?
“Mi incorporación al trabajo de la familia, tal como la de mis hermanos, ha sido muy natural. No es que surgiera la necesidad y recayera en mí por estar libre. El área de turismo en Zuccardi hubiese sido con o sin mí, porque en la familia estaba la intención de desarrollar el enoturismo para la bodega. Fue un encuentro casual entre el turismo y yo. Estaba en la universidad estudiando para profesora de inglés y, en vacaciones, para ganarme unos pesos, surgió la oportunidad de trabajar como guía de turismo en la bodega. Cuando entré formalmente a trabajar, fue una elección personal, y entré bajo el mando de un gerente. Hice un camino, me tocó a aprender todo, no es que de un día para otro gerencié turismo. No tenía la formación ni la experiencia. Fui evolucionando y naturalmente se dieron las cosas, nos fuimos eligiendo con el turismo. Hoy, me nutro con un equipo que me enseña cada día. Aunque sí, en el turismo encontré mi vocación”.
«La empresa familiar siempre ha tenido una fuerte presencia femenina, pero en el backstage, tras bambalinas».
El mundo del vino ha sido históricamente masculino. Aunque cada día hay más mujeres liderando grandes proyectos, el mayor altavoz es para los hombres. En Zuccardi las referencias son tu padre y hermano Sebastián. ¿Cómo vives esta realidad?
“Parto diciendo que esta empresa fue fundada por una mujer, mi abuela Emma, que en conjunto con mi abuelo crearon Zuccardi. Es cierto que la empresa familiar siempre ha tenido una fuerte presencia femenina, pero en el backstage, tras bambalinas. El de la foto era el hombre, pero la mujer siempre estuvo, entonces dentro de la cultura de empresa es transversal nuestro rol, es muy importante y respetado. Nosotras nos sentimos empoderadas. No ser la de la foto no me incomoda, porque soy más bien tímida. Si ves a mi hermano Sebas y a mi papá, todos carismáticos, todos extrovertidos, les sale natural. Yo estoy a gusto organizando los eventos, las grandes cruzadas Zuccardi, sé que soy clave en la familia, y soy feliz de que sea Sebas quién salga en la foto. Es cierto, que tampoco tenemos que quedarnos en ese lugar tan cómodo. Las mujeres de esta familia hemos hecho grandes cosas. Me toca comunicar todo el trabajo de Emma, mi abuela, esa gran fundadora, y si alguien se debe llevar muchos méritos, es ella”.
¿Cuál es para ti el gran aporte de Zuccardi?
“Muchos hablan de que hemos contribuido a poner el malbec en un lugar de renombre. Y es cierto que malbec es sinónimo de Argentina en el mundo, pero han sido muchos quiénes han trabajado por ello. Nuestra pasión, el orgullo por nuestras raíces, el profundo amor por la Argentina es lo que define a la familia Zuccardi. Mi papá en los 90, se fue a recorrer el mundo, sin hablar una palabra de inglés, hablaba de Argentina y sus riquezas cuando nadie lo hacía, cuando la gente migraba. Ese ha sido el gran trabajo. Mis abuelos primero, mis padres después y ahora nosotros, los hermanos, llevamos la bandera de Argentina con orgullo y lo mostramos en forma de vino, de aceite, de platos y de experiencias de turismo”.