La realidad, cruel para algunos, fantástica para otros, es que durante años los vinos de Chile han sido etiquetados como buenos, bonitos y baratos (las 3B). Algo fantástico para el consumidor de vinos en supermercados y para quienes venden volumen a bajo precio. Una pesadilla, en cambio, para quienes han querido dar un paso adelante y poner el foco más arriba. Tan arriba, como en los consumidores enamorados de los grandes nombres, digamos de Francia, Italia, España, Alemania… diseñados para guardar por décadas o lucirse en restaurantes con estrellas Michelin.
La respuesta para hacer borrón y cuenta nueva al eslogan de las 3B para el vino de origen Chile, llegó desde la misma industria del vino. Donde comparten mesa de trabajo los pequeños que miran hacia arriba y los grandes actores que miran hacia abajo. Grandes, por cierto, que gracias a sus gigantes escalas de producción, para bien o para mal, tienen las mayores espaldas para impulsar en viñedos, bodegas y marketing sus mejores vinos.
La idea de enviar un mensaje diferente, aclarando que no todos los vinos de Chile son solo buenos, bonitos y baratos, sino mucho más, fue sencilla; aunque no tan sencilla de implementar. Consistía en aplicar todo lo aprendido en los últimos 20 años, gracias justamente al impulso de las exportaciones de vinos chilenos con las 3B, para empezar a separar lo bueno de lo muy bueno, y lo muy bueno de lo excepcional. Lo que significaba moverse del paraíso vitivinícola que era ese Chile para los vinos de supermercado. Paraíso, porque suele haber mucho sol en verano y a la vez pocas lluvias, así como agua abundante llegada desde las nieves eternas de los Andes, para regar sin restricciones. Territorio éste de unos 500 km de ancho, llamado Gran Valle Central, ubicado entre las D.O. Valle de Aconcagua hacia el norte y Maule hacia el sur; y origen de al menos 82% del vino chileno desde finales del siglo pasado.
Quedó claro el mensaje, no quién lo dijo, en alguno de aquellos seminarios que realizaba antes de Covid-19, Wines of Chile (agrupación que reúne a los actores más grandes de la industria): “El futuro de los vinos de vuestro país, es separar, separar, separar…” El reto lanzado a la audiencia se refería a sacar las manzanas podridas de la misma cesta, y a la vez poner en otras cestas, solas, las manzanas que podían brillar por sí mismas. Algo que en Francia hacen muy bien sus viñateros de la mano de sus más pequeñas Apelaciones de Origen Controladas (AOC), versus las más grandes, conocidas como regionales. Así, en su pirámide de calidad, los mejores vinos, generalmente con los precios más altos, nacen de los terruños más pequeños y de mayor prestigio. Más abajo, donde han caído por exigencias de limites o calidad, se ubican los más baratos, aunque no necesariamente buenos. Efectivamente. Chile bien se ganó su fama de las 3B y la sigue manteniendo.
Para separar, separar, separar dentro del Gran Valle Central, los más exigentes buscaron moverse hacia los extremos, en dirección a sus fronteras naturales: la Costa por el oeste y los Andes por el este.
Con estas inversiones se separarían de la gran canasta los vinos que se producen bajo la influencia de la fría costa del Pacífico, usualmente elaborados sobre la cordillera de la Costa. Condiciones climáticas, producto de la helada Corriente de Humboldt, que favorecen una madurez lenta y a la vez una acidez más marcada en sus uvas.
También se separarían los que nacen bajo la mucho más joven cordillera de los Andes, a partir de viñedos ubicados aayor altura con relación al nivel del mar, y por ello con mayor amplitud térmica durante el día y noche, lo que ayuda a tener más vibrantes colores y acidez natural en las uvas y sus vinos. Todo ello, sumado a suelos más pobres que se traducen en menor producción, y con ella mayor concentración de sabores y aromas; además de madurez en sus uvas más pareja y óptima. Dentro del Valle del Maipo, por cierto, los vinos ya destacados por todas estas cualidades, habían comenzado a auto identificarse a fines del siglo pasado como del “Maipo Alto”.
Separar, separar, separar dentro de la gran depresión del Gran Valle Central, tomando como base ambas cordilleras en sus extremos, era el reto que debería estar reflejado en vinos y etiquetas. Para hacerlo, se tomaron datos obtenidos por diferentes estaciones climáticas, instaladas con fines agrícolas a lo largo de todo Chile, y además se le preguntó a los mismos productores dónde creían que estaban ubicados.
Los datos de ambas fuentes coincidieron. Así los viñedos con temperaturas más bajas cerca de la fría costa del Pacífico, se les asignó la Indicación Adicional Costa, mientras los viñedos con climas más frescos durante la noche, debido a estar ubicados en los pies de los Andes, se les identificó como Andes (aunque todavía veamos en etiquetas “Maipo Alto”). Los demás, situados entre ambas Indicaciones Adicionales, con menor amplitud térmica entre día y noche y por lo general suelos más fértiles (condiciones más propicias para vinos con las 3B), estarían Entre Cordilleras; aunque el plan original -nacido precisamente para separarse de ellos- no los tenía considerados.
El inconveniente que surgió a continuación fue dónde poner a los productores con diferentes datos climáticos y suelos, ubicados dentro de una misma D.O., pues las más pequeñas son delimitadas geo-políticamente, por comunas o distritos, en lugar de los tipos de suelos y las diferencias climáticas, como suele ocurrir en las D.O. más prestigiosas de Europa.
Sin poder cortar en dos las comunas con estas diferencias, se decidió arrastrar las minorías hasta donde estaban la mayoría. Así, algunos productores que habían realizado esfuerzos para salir de la cesta común y subir a la cordillera de los Andes, quedaron una vez más en el montón. Sin embargo, con el pasar del tiempo se crearon nuevas D.O para enmendar estos errores. Por ejemplo, viñedos ubicados entre 800 y 900 msnm en la cordillera de los Andes con la D.O. Rancagua y con el apellido Entre Cordilleras, fueron reubicados en la D.O. Machalí con el apellido Andes.
También, con el fin de sacar joyitas de Entre Cordilleras, se aprovechó a crear una D.O delimitada por la localidad de Apalta ubicada al centro del Gran Valle Central pero a los pies de un brazo de la cordillera de los Andes. Apalta se había ido posicionando como una zona de vinos excepcionales, alcanzando incluso el puesto número uno del afamado ranking mundial y anual de la revista norteamericana Wine Spectator, con la mezcla Clos Apalta 2005 de Viña Casa Lapostolle.
Además de Apalta hay otros viñedos excepcionales dentro de Entre Cordilleras, debido a las particularidades de suelos y climas que sus productores se esfuerzan por sacar del montón; y ante las cuales debemos estar atentos. ¿Complejo? Sí, porque aunque tratemos de hacerlo, es difícil generalizar cuando se habla de vinos y sus terruños; sobre todo en la loca geografía de Chile.
Si vamos a la práctica (que es lo que todo comprador de vinos busca) a partir de esta nueva información que empezamos ya a encontrar en las etiquetas de los vinos de Chile, y que se conoce como Indicaciones Adicionales, deberíamos identificar primero la D.O. y luego ponerle apellido: Costa, Andes o Entre Cordilleras.
No pidan encontrar estos tres apellidos en las etiquetas de los vinos con precios más económicos, porque no suelen estar. Sería un despropósito, aunque se ven. En este segmento, busquen sobre todo nombres de viñas medianas y grandes con cierto prestigio. Sus 3B no han dejado de mejorar con los años, aunque tengan algún mal recuerdo de décadas pasadas, debido a excesos de madera y poca fruta. Lo han hecho gracias a avances tecnólogos en bodegas y viñedos, usando hoy incluso máquinas cosechadoras de última tecnología.
Sí están en busca de esos vinos excepcionales, producto del separar, separar, separar, o de nuevas zonas idóneas para cada variedad, la sugerencia es atreverse a subir de precios sobre los 20 dólares.
En este segmento, dentro de este Gran Valle Central (que no es lo mismo, ojo, que D.O. Valle Central) la clave es elegir los vinos de cepas que gustan de climas fríos (como pinot noir y syrah en tintas, y chardonnay, sauvignon blanc, riesling y gewürztraminer en blancas) con D.O. de apellido Costa. Insuperables por sus vinos blancos y tintos de clima frío ya son las 100% costeras D.O. Casablanca y San Antonio (con la más famosa D.O. Leyda, y la nueva Lo Abarca); ubicadas entre el Pacífico y el Valle del Maipo.
Curiosamente, la gran D.O. Valle del Maipo como tal no tiene D.O. costeras. Tampoco las tiene el Valle de Cachapoa, porque, como Bolivia, no tienen salida al mar.
Más al norte, dentro de la D.O. Valle de Aconcagua aún no hay nombres de zonas costeras que brillan por sí mismas, por lo que sus vinos (ya con altísimos puntajes) se identifican como Aconcagua Costa. Aquí hay que destacar el trabajo de Viña Errázuriz, que ha explorado todo el valle. También ha hecho Viña Casa Silva a lo largo de todo el Valle de Colchagua, desde la D.O. Los Lingües, a los pies de los Andes, hasta la ya más sonada D.O. Paredores, en la costa.
Para tintos serios, con más concentración de fruta, cuerpo y estructura, el truco es elegirlos con su apellido Andes (a Alto), a menos que sean también de cepas tintas que gustan de climas fríos. Los más afamados ejemplos en el Valle del Maipo, corresponden a las D.O. Pirque, Puente Alto y Buin, referencias que rara vez veremos en etiquetas, porque Maipo Andes ha tomado mucha más fuerza. Lo mismo ocurre con las D.O. andinas del Valle de Cachapoal, como son Machallí, Requinoa o Rengo; o de Colchagua Andes, con sus D.O. San Fernando, Chimbarongo y Los Lingües.
Más empuje le falta a las D.O. andinas del Valle de Curicó, como son Molina o Romeral, aunque la primera de ellas ya empieza a posicionarse como extraordinaria para Sauvignon blanc.
En el gran Maule, en tanto, la ignorada D.O. andina Colbún ya deja huella con fantásticos tintos y algún Sauvignon Blanc, mientras la costera D.O. Empedrado lo hace con tintas de clima frío, como pinot noir, especialmente de la mano de Viña Miguel Torres, y muy frescos carignan, de la mano de los pequeños pero poderosos Garage Wine & Co.
Atreverse a dar un paso más arriba como consumidores, con viñas de renombre o el nuevo espectro de pequeños viñateros, les dará la seguridad de que en esos viñedos y bodegas hicieron el trabajo de separar, separar, separar para encantarnos con sus princesas.
Y si se han preguntado qué pasa en Chile hoy más allá del Gran Valle Central, siendo un país con más de 4.000 kilómetros de extensión, con los más diversos pasajes y climas de norte a sur y más de 90 variedades aún en plena exploración, no se equivocan. “Diversidad” de la mano de quienes buscan dar un paso adelante y poner el foco más arriba, es la nueva etiqueta que luce el vino de Chile.
Vinos que de seguro jamás pensaron podrían encontrar
en del Gran Valle Central de Chile
Vinos costeros
Terranoble Disidente Syrah-Tempranillo 2020, D.O. Valle de Casablanca (Costa). Dicen la que la cepa tempranillo tiene ese nombre por ser de madurez temprana y que le hace bien los climas fríos. La syrah, por su parte, tiene la versatilidad de dar vinos excelentes casi en cualquier clima, si la toman en serio. Con estas premisas, juntas las dos cepas en la zona más fría de Casablanca, sobre un suelo muy pobre y de con mucho granito, dan un vino seductor en aromas, cuerpo y taninos. Y por supuesto con muy rica acidez. Para beber hoy o guardar por vario años más. Imperdible (16.900 pesos, 21 $). Del mismo viñedo (Las Dichas) y diferente suelo, imperdibles también son sus Gran Reserva Pinot Noir, Chardonnay y Sauvignon Blanc.
Estampa Inspiración Montepulciano 2020, D.O. Paredones (Colchagua Costa). Hay menos de seis hectáreas en Chile de esta tinta italiana de madurez tardía, y ya tres vinos de ella en el mercado. Este (19.900 pesos, 25 $) es el único de la zona costera y fría de Colchagua y tiene mano de mujer, Johana Pereira. Probarlo es saborear una cesta de moras y arándanos, maduros y muy jugosos a la vez. Su final, con mucho nervio y taninos firmes, promete que seguirá mejorando en la botella con los años. Estampa también está experimentando con muy buenos resultados otras cepas italianas en la zona, y suma en Paredones excelentes Riesling y Gewürztraminer en su misma línea Inspiración, además de Sauvignon Blanc, Syrah Rose (10.900 pesos, 13 $) y Pinot Noir (14.900 pesos, 19 $) en la línea Del Viento.
Joyitas entre ambas Cordilleras
De Martino Carmenère Alto de Piedras Single Vineyard 2020, Valle del Maipo (D.O. Isla de Maipo, en Entre Cordilleras). Esta bodega fue la primera en poner la cepa carmenère en los vinos de Chile, y desde entonces (cosecha 1996) viene haciendo un gran trabajo de selección de los mejores lotes; en este caso, sobre suelos pobres aluviales, antiguos lechos de río. También han buscado a lo largo de Chile las mejores variedades para cada lugar; así nació su línea con las 3B llamada 347. Este Carmenère encanta por su sedosidad en boca, acompañada de fuerza y frescura; también la nota justa de pimiento rojo y la huella de las barricas francesas y fudres por 14 meses (19.900 pesos, 25 $). Un vino sobresaliente, del “paraíso”.
Viu Manent Malbec Single Vineyard San Carlos 2018, Colchagua (Entre Cordilleras). Cuando en Chile se habla de malbec hay que mencionar a Viu Manent, la bodega que más vinos diferentes produce con esta cepa tinta. Sus dos top de línea nacen de sus mejores viñedos, los más viejos (cien años y más), plantados en Cunaco, entre las dos Cordilleras. Son viñedos sin riego, debido a sus raíces profundas en suelos fértiles, con plantas en perfecto equilibrio. Las uvas del mejor sector (sector 4) van a su vino ícono Viu 1 (79.900 pesos, 100 $). Para el Single San Carlos, que toma el nombre del viñedo, van los sectores 5 y 6. A su precio (17.900 pesos, 22 S) con toda su fuerza y elegancia, es la mejor relación precio calidad de la casa. De Colchagua Costa, la misma viña acaba de presentar el delicado Chardonnay Tiny Trails, que bien vale la pena probar (12.990 pesos, 16 $).
Vinos andinos
Pérez Cruz Garnacha 2020, Maipo Andes. Esta bodega en los pies de los Andes, D.O. entendió que la zona es ideal para cepas tintas y en ellas se ha enfocado al 100%. La mayor extensión en sus viñedos es de cabernet sauvignon, y sus vinos son ejemplares del carácter más fresco de Maipo Andes, en cada categoría de precio, desde su Gran Reserva (9.900 pesos, 12 $), hasta su top de línea Pircas (34.900 pesos, 43 $). La bodega ha experimentado con otras cepas que gustan de más sol y con vinos de estilos más ligeros, para disfrutar en verano. Así nació su deliciosa Garnacha, un jugo de frutillas y frambuesas para beber entre 13 y 15°C (12.900 pesos, 16 $).
Ribera del Lago Laberinto Cenizas Sauvignon Blanc 2020, Valle del Maule. Aunque no lo especifica en su etiqueta, este blanco de una envidiable tensión en boca, nace de los viñedos más altos del Valle del Maule, flaqueado al este por la Cordillera del os Andes, y al oeste por el lago Colbún. Uno de los viñedos en ladera, entre los más lindos de Chile, nació de la obsesión de su propietario y enólogo, Rafael Tirado, por saber hasta dónde podía llegar con cepas tradicionales y luego separar, separar, separar. Su Sauvignon blanc Cenizas nació de este trabajo. Hoy es uno de los mejores de Chile, con un carácter más mineral y cítrico que herbal, como suelen ser los sauvignones costeros (a 14.900 pesos es otra ganga).